Concluye el año político y lo más importante ocurrido en él es el desplome político del ideario de la coalición gobernante y de la generación que lo ha sostenido. En marzo, esas fuerzas partieron asumiendo el Gobierno luego de obtener el 56% de los votos en la segunda vuelta presidencial.
En las primarias, Gabriel Boric y Daniel Jadue sumaron más preferencias que los cuatro candidatos de la derecha juntos, mientras la centroizquierda, la misma que ahora sostiene al gabinete, estaba tan a mal traer que fue incapaz de participar en esas primarias. Según la encuesta Cadem, al iniciar su período, la mitad de la población aprobaba la conducción del Gobierno.
Conforme a la misma medición, esa cifra se ha reducido a la mitad, antes de terminar el primero de sus cuatro años. Lo que es aún más significativo, la desaprobación ha aumentado de un 20% a un 70% de la población. Así, el Gobierno ha más que triplicado el número de las personas que rechazan su quehacer, en menos de 10 meses de ejercicio del poder.
Los tres hitos que marcan aumentos significativos de rechazo al Gobierno son el viaje de la exministra Siches a La Araucanía, el apoyo que dio al proyecto constitucional que resultó derrotado el 4 de septiembre y los indultos. El primer hecho muestra la impericia de un equipo joven y políticamente inexperto, lo que se corrigió con el cambio de gabinete. El segundo y tercer hito causantes del desplome tienen que ver, en cambio, con falta de sentido político. Es difícil pensar que el Gobierno carezca de instrumentos de auscultación del sentir de la opinión pública, por lo que esos dos errores garrafales solo pueden atribuirse a otras causas.
Una primera hipótesis consistiría en suponer que La Moneda se ha quedado en el pasado. Que piensa que, por el hecho de que las ideas de la fracasada Convención y los indultos estaban en el programa y ellos triunfaron en las elecciones, esas propuestas serían igualmente populares. Si ese fuera el mal, querría decir que el Presidente y alguna parte de sus acompañantes no han captado el enorme giro que ha dado la opinión pública desde octubre de 2019 a la fecha. No percibir la realidad, en la especie, el temor a la delincuencia, en el caso de los indultos, es tal vez de los peores males que puede sufrir un grupo político.
Una segunda hipótesis que podría explicar un error político como el de los indultos y las declaraciones posteriores del propio Presidente consistiría en suponer que él mismo y su círculo más cercano están dispuestos a adoptar medidas impopulares de cuya bondad moral están convencidos. Ello sería otro grave error político, pues no se puede llevar adelante una política exitosa si no se cuenta, mantiene y acrecienta el apoyo popular. El mejor ejemplo es el de la Convención Constituyente. Pagó la fidelidad a sus impopulares ideas con la sepultación de estas.
Una tercera hipótesis sería la de una cierta omnipotencia. La convicción de que, explicando las ideas propias, se logrará salir adelante con ellas. No necesito explicitar los peligros de que una pulsión así fuere dominante en La Moneda.
Al Gobierno solo puede salvarlo de seguir cuesta abajo en la rodada una profunda rectificación, no en esta o aquella política, sino en la disposición con que se ejerce el poder.
En vez de colaborar patrióticamente a lograr esta rectificación, parte importante de la oposición ha decidido salir a guerrear con el Gobierno; a intentar golpearlo en el suelo, negando el diálogo y debilitando a las autoridades mejor dispuestas a sacar adelante políticas consensuadas. Recurre, además, al destructivo recurso de las acusaciones constitucionales, el instrumento más poderoso para minar el ambiente de concordia que necesita la negociación política.
Para terminar de oscurecer el panorama, constatemos que, al desplomarse el Frente Amplio, cae la única coalición política que prometía renovación en un panorama de generalizado desprestigio de las fuerzas políticas. Después de la caída de las coaliciones políticas suelen florecer los caudillismos personales. Lo que viene sucediendo en el Perú alecciona sobre aquello.
El panorama (me) parece oscuro al terminar este año político. De continuar esta tendencia, no florecerá ninguna política capaz de mejorar la situación de seguridad ciudadana, previsional o de salud, que es lo que la gente reclama de sus autoridades. Es de esperar que las vacaciones de febrero sean capaces de obrar un milagro.