No es el momento, sin duda, de sacar conclusiones tajantes sobre lo que ha traído hasta ahora como información el Mundial de Qatar. Menos pueden hacerlo los que reconocen que no han visto muchos partidos (porque no poseen acceso televisivo, no tienen el tiempo suficiente o simplemente porque tienen otra forma de disfrutar sus vacaciones…), aunque algunos de ellos tengan la audacia incluso de decir que la selección chilena habría competido más y mejor que varios de los equipos presentes en la Copa del Mundo. Eso es, simplemente, una tribunera perorata…
En fin, igual hay espacio para esbozar algunas tendencias que podrían quedar asentadas con el correr de la competencia.
Una de ellas tiene que ver con el avance sostenido que han tenido los equipos asiáticos.
Descontando a Qatar —que fue dirigido por un DT que ni siquiera ha sido entrenador de algún club— y a Australia —que entra a los mundiales vía asiática sin pertenecer a esa región— los equipos de la AFC han mostrado algo relevante más allá de los resultados obtenidos en cada encuentro: una propuesta propia y un gran compromiso para desplegarla.
El caso más obvio es el de Arabia Saudita, que mostró incluso una espectacular flexibilidad estratégica. En el resonante debut ante Argentina se sostuvo en un fuerte ordenamiento defensivo mientras que en la derrota ante Polonia fue una escuadra agresiva e incluso un tanto desaprensiva. Es decir, jugó y se adaptó de acuerdo a lo que pensó serían las propuestas rivales.
Lo mismo puede señalarse de Japón y de Irán.
Los nipones ya están lejos de ser ese equipo mecanizado y un tanto sumiso a las órdenes y tiene no solo velocidad (algo que se destacó ya en Rusia 2018), sino que también maneja conceptos de construcción muy parecido a un equipo sudamericano medio. Le falta sí una mayor viveza. Pero van en camino.
Irán, en tanto, tuvo la gran capacidad de no renunciar a su juego de trazos largos pese a la tremenda goleada que se llevó en el estreno ante Inglaterra (6-2). Con el mismo predicamento enfrentó a Gales y no solo le ganó, sino que, curiosamente, pareció más cerca de las concepciones británicas de su mediocre rival.
¿Hay otras tendencias que puedan destacarse?
Un par más, por ahora.
El rol de los volantes centrales en cada equipo pasó de ser importante a convertirse en trascendental. Ya no existe el simple recuperador ni menos el mediocampista que tiene como gran misión meterse entre los zagueros centrales. No. Hoy el volante moderno es el alemán Kimmich, el francés Tchouaméni, el español Gavi, el reconocido brasileño Casemiro, por citar solo algunos. Ordenan, recuperan, se conectan con los delanteros y tienen presencia en el área rival.
Lo último, por ahora.
Parece ser hora de ir incorporando el chip del rompimiento del achique defensivo. Esta es un arma estratégica que están aplicando varios equipos amparados en la cada vez más tecnificada manera de medir el fuera de juego.
No es un asunto menor. Qatar nos está dando esas luces.