Miramos tan de lejos el Mundial, que mañana, cuando Qatar y Ecuador inicien la disputa de la XXII Copa del Mundo, nosotros estaremos analizando el desempeño de la selección nacional ante Eslovaquia. Un amistoso que solo tendría que estar en la bitácora estadística, pero que, a partir de los malos resultados de 2022, donde se incluye el comienzo del ciclo de Eduardo Berizzo, con sus cuatro derrotas y dos empates, nos lleva a observar con especial énfasis el paso de la Roja por Bratislava.
Chile mejoró una enormidad ante Polonia. Se notó un equipo con trabajo, capaz de presionar con orden, jugar con intensidad, pero con las carencias que se arrastran desde 2017: una anemia ofensiva que a esta altura resulta endémica, sobre todo cuando no está Ben Brereton. Una ausencia de la que solo nos enteramos cuando el plantel estaba en Varsovia, en una prueba más de la ineficaz gestión del director de selecciones nacionales, Francis Cagigao. No se produjeron delanteros de jerarquía internacional desde el advenimiento de Humberto Suazo, Esteban Paredes, Alexis Sánchez, Mauricio Pinilla y Eduardo Vargas. Un 9 como Héctor Mancilla o un mediapunta tipo Luis Jiménez hoy serían bienvenidos.
El alza en el funcionamiento de la escuadra de Berizzo ahora tiene que materializarse en al menos una victoria. Es imposible sostener cualquier proceso sin victorias, aunque sean tibias. No es fácil la tarea encomendada al cordobés. Encabeza una transición que requiere decisiones que en algún momento serán impopulares. Arturo Vidal estuvo muy lejos del nivel que lo encumbró a la gran escena internacional. Sin la exuberancia física que le conocemos, su tránsito por la mitad del campo estuvo un par de cambios atrás que el de Marcelino Núñez y Víctor Felipe Méndez. Quizás porque no es titular en Flamengo y jugó poco en 2022, no fue ese volante que pisaba las dos áreas e irrumpía por el lado contrario de la maniobra como opción clara de descarga. Tampoco profundizó y sus pases fueron laterales o pelotazos al vacío. En este tono, Vidal no es titular.
Los 90 minutos ante Eslovaquia medirán otra vez a este equipo que levantó en su intensidad, pero que se muestra como un boxeador que marca con el jab, pero rara vez rompe la guardia del rival. La posibilidad de que la próxima eliminatoria se dispute a partir de junio es una buena noticia. Permitirá más sesiones de entrenamiento para un técnico que requiere horas en la cancha con el fin de plasmar su idea.
Se estrena el sexto Mundial del siglo y las selecciones sudamericanas intentarán terminar con la hegemonía europea. Argentina llega bien, con Lionel Messi motivado, sin la mochila de las ediciones anteriores, sobre todo después de que ganó la Copa América en Maracaná. La Albiceleste de Lionel Scaloni juega con Messi y no para Messi. Brasil exhibe un plantel plagado de figuras, sin la dependencia ofensiva de Neymar. El presente de Gabriel Jesús en Arsenal es para ilusionar a los torcedores. No se aprecian fisuras en la escuadra de Tite, aunque los mundiales son siete partidos y en ellos no se puede pestañear. Un tramo corto, pero fatal, como el de hace cuatro años ante Bélgica, y se acaba el sueño.