Frente al impactante y patético espectáculo que presentó esta semana Liz Truss, saliente Primera Ministra británica, cabe recordar a Winston Churchill, también militante del Partido Conservador, la persona más destacada del siglo XX.
La revista Time, antes influyente, decadente hace un par de décadas y normalmente equivocada, el 2000 nominó a Albert Einstein como el personaje más destacado del centenario anterior. Einstein, genio indiscutido, revolucionó la física, aunque es incomparable para la humanidad respecto de Churchill. Igual podríamos decir que los que inventaron internet y revolucionaron las comunicaciones fueron los más importantes del siglo anterior. Molestará a economistas y científicos, pero la política está primero.
El siglo pasado fue una historia de revolucionarios. Hitler, Stalin, Mao y Lenin, que puso en marcha y descifró el marxismo, base del comunismo. A todos enfrentó el estadista británico; al menos respecto de uno, Hitler, lideró su derrota. Sin él no habría ocurrido esa victoria que pertenece a los aliados.
Sin Churchill, Gran Bretaña muy posiblemente habría transado con Hitler en 1940; peor, el nazismo se habría apoderado de Europa, destruyendo una parte considerable de la civilización occidental, su población, humanidad, cultura, ciencia y todas sus manifestaciones. También fue un anticipado alertando de los peligros de otro barbarismo, el comunismo. Lamentablemente, no fue testigo de su derrumbe.
Si estuviera vivo, se horrorizaría con la rotación de primeros ministros en Gran Bretaña.
Si nos visitara, no entendería cómo ha renacido en Chile el Partido Comunista, moribundo en el resto de la tierra. Salvo en China.
Habría que explicarle que el Partido Comunista, en Chile, tiene aliados muy importantes. Es auspiciado por el gobierno del Presidente Boric y respaldado por el Partido Comunista de China.
Notable es la carta dirigida a su camarada Xi Jinping esta semana por Guillermo Teillier, en representación del Comité Central del Partido Comunista de Chile. La misiva expresa su fraternal, respetuoso y especial interés en avanzar sobre las bases del marxismo leninismo. Afirma que “las relaciones entre ambos partidos se constituyen en factor de afianzamiento de las relaciones e intercambios en todo orden”.
Para molestia de algunos fanáticos puritanos, Winston Churchill murió a los 91 años, en 1965, con un buen vivir, sosteniendo: “Mi regla de vida prescribe un rito sagrado y absoluto, fumar y beber alcohol, antes y durante las comidas, y si es necesario, en los intervalos”.