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Editorial
Viernes 23 de septiembre de 2022
Señales equívocas
Pese al cambio de gabinete, el Gobierno sigue dando señales confusas que lo mantienen sin marcar un rumbo claro.
Transcurridos casi 20 días desde el plebiscito, el Gobierno sigue sin marcar un rumbo claro. Al contrario, el paso de las jornadas parece confirmar que la rapidez del cambio de gabinete ejecutado después del triunfo del Rechazo, lejos de obedecer a un diseño estratégico acabado, fue el resultado de la ansiedad por dar prontamente vuelta la página de la inmensa derrota política sufrida. Misma ansiedad, por cierto, que llevó luego a las autoridades a anunciar anticipadamente acuerdos constitucionales que aún no se producen, en una negociación en la que su propio rol es marginal.
Las designaciones de Carolina Tohá y Ana Lya Uriarte significaron la llegada a La Moneda de figuras de peso, vinculadas al Socialismo Democrático, lo que abrió expectativas respecto de una nueva configuración de fuerzas, al sumar sus nombres al del ministro de Hacienda, Mario Marcel. En efecto, los equipos político y económico del Gobierno han quedado encabezados por personalidades de larga trayectoria en la ex-Concertación, llamadas a aportar las cuotas de experiencia y de realismo que tanto han demostrado faltar en Apruebo Dignidad. Su despliegue, sin embargo, ha sido dificultoso, por las señales confusas que han seguido dándose desde el Ejecutivo. El propio Presidente de la República, quien ha explicitado un respaldo decidido a sus ministros Tohá y Marcel, ha tenido al mismo tiempo gestos que relativizan todo aquello. El ejemplo más evidente ha sido, claro, respecto de la ratificación del TPP, tema que mantiene divididas a sus dos coaliciones y al mismo gobierno, y que se ha vuelto emblemático del giro que ambos secretarios de Estado buscan imprimir en su gestión. En lugar de zanjar la situación y empoderarlos, el Presidente ha optado por mantenerse en la ambigüedad. Puede tener razones para hacerlo, luego de que Apruebo Dignidad reiterara su rechazo al tratado y de que parlamentarios comunistas pidieran sacarlo de tramitación, pero lo propio de los liderazgos es definir un camino y ordenar a sus sectores en torno a él, no simplemente renunciar a tomar decisiones. Contrasta, además, esa actitud con el apoyo dado al embajador en España a propósito de sus controvertidas afirmaciones sobre la desigualdad y los 30 años, pese a la molestia que ellas generaron en Socialismo Democrático.
Tampoco ha contribuido a clarificar rumbos el que durante estas semanas el Gobierno haya destinado parte importante de su atención a reacomodos y ajustes para compensar a quienes no quedaron satisfechos con el cambio de gabinete, proceso durante el cual, incluso, el timonel comunista se permitió revelar el contenido de conversaciones privadas con el mandatario. Igualmente, los errores no forzados y las crisis autoinfligidas no han faltado en estos días, al tiempo que en materias de alta prioridad para la ciudadanía, como la seguridad y el orden público, las contradicciones se siguen advirtiendo. Ejemplo de ello, el fortalecimiento del estado de excepción en la macrozona sur, en paralelo con discutidas medidas de Gendarmería que favorecen a condenados por graves hechos de violencia en esa misma zona. El hackeo a los correos del Estado Mayor Conjunto ha añadido otro episodio crítico para las autoridades, cuya capacidad de gestión frente a un asunto de sensibilidad máxima aparece así desafiada.
El Presidente Boric fue elogiado por reconocer en su discurso ante la ONU las dificultades que supone el paso desde el activismo y la protesta a la construcción de soluciones. El éxito en esa tarea impone sin embargo, junto con la humildad para reconocer errores, la capacidad para tomar decisiones que los corrijan y la coherencia para implementarlas. En este sentido, la determinación de haber dado un mayor protagonismo en su gobierno a los sectores más vinculados con la antigua Concertación debiera ir acompañada con un respaldo inequívoco para que su contribución pueda ser efectiva.