La Fórmula 1 ha entrado en sus vacaciones veraniegas y es un buen momento para revisar el estado del campeonato y sus protagonistas.
En primer lugar, y desde el punto de vista del nuevo reglamento, se puede decir que uno de sus objetivos centrales, aumentar la posibilidad de que los autos circulen a corta distancia uno del otro, se ha cumplido a cabalidad, ya que hemos podido ver grandes disputas rueda a rueda, así como una cantidad de adelantamientos impensables hasta el año pasado.
Otra modificación con claras consecuencias deportivas ha sido el requerimiento del uso de combustible con un 10% de origen renovable. Sin duda, Ferrari fue el que mejor resolvió esta exigencia, ya que sus motores han mostrado un plus de potencia, tanto los propios como los de sus equipos clientes, Haas y Alfa Romeo.
La posibilidad del retorno al efecto suelo —el piso del auto puede ser curvo— generó un escenario impensado, ya que mientras Red Bull y en menor medida Ferrari lograron aplicarlo correctamente, el dominador del último lustro, Mercedes, ha dado literalmente bote tras bote habiendo encontrado algo de balance recién en las últimas tres carreras.
El que sea Red Bull el que mejor funciona en este aspecto tiene una explicación. Mientras sus rivales disponen de multitudinarios equipos de jóvenes ingenieros, ahí es a la antigua: Adrian Newey es la cabeza responsable del diseño y desarrollo, como lo fue en Williams en los campeonatos de Mansell y Prost; en McLaren en los de Hakkinen y toda la saga de Red Bull con Vettel y Verstappen. Un ingeniero fuera de serie y el único en actividad que conoció en los 80 el efecto suelo y sus complejidades, de allí que con su tradicional lápiz y cuadernito haya interpretado mejor que nadie las nuevas condiciones.
En lo deportivo, lo que parecía sería el año de Ferrari, disponiendo del mejor auto en todo tipo de circuitos y condiciones desde la primera fecha, se fue diluyendo tanto por temas de confiabilidad mecánica como por fallos del equipo, operativos y estratégicos, sumados a los errores conductivos de Charles Leclerc, imperdonables para alguien que pretende ser campeón.
Da la impresión de que los primeros sorprendidos de cuán bueno resultó su nuevo auto fueron los propios integrantes de la casa de Maranello, que han mostrado no estar preparados para pelear por un campeonato. Tantos años en un segundo plano los acostumbró a trabajar con menos presión y justo cuando se alinearon los astros afloran las debilidades. Lamentable la “farra”, ya que no se da todos los días la oportunidad de tener el mejor auto y una dupla de pilotos de gran nivel.
Esto nos hará enfrentar las últimas nueve fechas con un campeonato prácticamente definido, tanto por la diferencia de puntos como por la madurez mostrada por Max Verstappen, quien ha estado perfecto en lo conductivo y en el manejo de la estrategia. Si el campeonato ganado el año pasado fue con un “penal” discutible, el bicampeonato que se avecina será sin discusión y con pleno mérito.
Como sea, dado que Leclerc procurará cerrar el año demostrando su valía, que Hamilton y Russell parecen disponer de un mejor auto y que Verstappen nunca especula, podemos esperar grandes carreras.
Alejandro Schmauk