Tendré que hacerme ver. Es que no puede ser que yo ande tan perdido, porque mientras todo el país opina una cosa, yo opino lo contrario.
Me volvió a pasar con la polémica de esta semana sobre Irina Karamanos. Fue tan generalizado el repudio por cambiarle el nombre al “Gabinete de la Primera Dama” por “Gabinete Irina Karamanos”, que el Gobierno tuvo que echar pie atrás y eliminar el decreto que lo hizo posible.
Pero yo le encuentro razón a Irina. Si yo fuese mujer, me cargaría que me dijeran “dama”. “Pase, dama”; “sírvase, dama”; “qué se le ofrece a la dama”. Entonces, creo que no es reprochable que la pareja del Presidente haya querido huir del “dama”, tal como uno le hace el quite al “campeón” o al “shicoco”.
Tampoco me parece reprochable la otra parte de la controversia, respecto de las funciones que se le asignaba en el mismo decreto al nuevo cargo creado para Irina Karamanos. El texto rezaba textualmente así:
“Le corresponderá identificar, proponer y coordinar lineamientos estratégicos y definiciones programáticas para políticas públicas, con el objetivo de aportar a la erradicación de la desigualdad y la discriminación de grupos históricamente excluidos, con enfoque intersectorial, de derechos humanos y perspectiva de género con énfasis en pueblos indígenas, migración, género y diversidad sexo-genérica”.
Es decir, como ven, Irina Karamanos pasaba a estar a cargo de todo. O sea, no todo-todo, pero al menos todo lo importante para este gobierno: erradicar la desigualdad y la discriminación de los grupos históricamente excluidos. Porque esa es la esencia del proyecto político de Gabriel Boric: esa es su promesa fundamental y la razón por la cual ganó las elecciones.
Por lo tanto, que se pusiera por escrito que el corazón del ideario del gobierno del Frente Amplio y el PC quedaría bajo la definición y coordinación de Irina Karamanos me pareció un acto de transparencia admirable.
Yo siempre sospeché que el verdadero poder detrás de Boric era Irina, pero no tenía pruebas. Soñaba con que alguien, alguna vez, me filtrara alguna conversación de Palacio que me permitiera probar mi tesis. O quizás el paso del tiempo, de los meses y los años, me mostraría patrones de conducta que sustentarían mi conjetura.
¡Pero jamás imaginé que lo pondrían por escrito en un decreto presidencial! Como dicen los abogados, “a confesión de partes relevo de pruebas”.
Es obvio, la que manda es Irina. Ella es la que corta, la que dirime, la que ronca. Ganó calzón y calzoncillo fue derrotado. No lo digo como denuncia ni como reproche. Muchos tenemos tejado de vidrio en eso, y a mucha honra. Soy un fan de las mujeres en todos los sentidos posibles y también en su forma de ejercer el poder.
Me parece fantástico que Irina sea la zarina. Y más feliz me pone que desde esta semana sea explícito, oficial. Es cierto que el Gobierno corrigió el “error administrativo” de haberle cambiado el nombre al “Gabinete de la Primera Dama”, pero que yo sepa las funciones de Irina no se eliminaron.
Como ven, Boric siempre tiene la última palabra: “Sí, Irina, como tú digas”.