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Editorial
Jueves 23 de junio de 2022
Abandono urbano
Una intervención decidida demanda abandonar primero toda ambigüedad frente a la violencia.
Son muchas las voces que se han levantado para denunciar el deterioro que exhibe el centro de Santiago. A tres años del estallido no parece haber voluntad política por recuperar los espacios públicos que costó décadas convertir en entornos atractivos para la siempre creciente población urbana. Si bien se observa el esfuerzo permanente por borrar los grafitis que reaparecen una y otra vez en los muros de algunos edificios emblemáticos, como ocurre en la Casa Central de la Universidad Católica, en otros lugares, como frontis y pasos bajo nivel, los rayados permanecen como testigos del abandono imperante. El mayor ejemplo de esto es la Plaza Baquedano, entregada al vandalismo que suele copar el sector y sobre la cual no se conoce un proyecto concreto de remodelación o conservación. La reinstalación de la estatua de Baquedano no parece estar en los planes de la autoridad como tampoco el proyecto de transformación vial del sector, desarrollado en 2015 por destacados arquitectos.
Sucesivos alcaldes hicieron grandes esfuerzos por revalorizar el centro de Santiago, atrayendo proyectos inmobiliarios que permitieron repoblar el sector, aprovechando su conectividad y calidad de sus servicios, y revertir la continua migración hacia comunas periféricas. La remodelación del Portal Bulnes y de la Plaza de Armas, entre otros sectores, permitió la apertura de restaurantes y la revitalización del comercio, haciendo del centro capitalino un lugar atractivo para pasear y vivir. En la actualidad, la tendencia parece ser la inversa. Importantes empresas y bancos han trasladado sus oficinas corporativas hacia otras comunas en búsqueda de mayor seguridad. Recientemente lo ha hecho el Banco Santander, dejando casi exclusivamente a la administración pública como principal inquilino del sector céntrico. La baja en la valoración de los arriendos es una señal inequívoca de la situación imperante.
La inseguridad que reina, agravada por la presencia de un comercio ambulante que ha inundado las calles, afectando seriamente al comercio establecido, así como por los continuos hechos de violencia protagonizados por grupos estudiantiles de los liceos del sector, imposibilita el desarrollo de la vida comunitaria. Como dijera el exsubsecretario de Patrimonio Emilio de la Cerda, “la ciudad no aguanta más”.
Todo indica que se requiere de una intervención decidida para detener su deterioro, pero ello implica abandonar la ambigüedad que las autoridades han tenido respecto de la violencia y los destrozos derivados del estallido de 2019. Señales equívocas respecto del comercio ambulante, las manifestaciones violentas, los rayados y el resguardo del patrimonio dificultan recuperar los espacios públicos para la comunidad. El centro de Santiago contiene un valor patrimonial fundamental, tanto de la ciudad como del país. Es tarea de las autoridades municipales y regionales velar por su cuidado y preservación. Relativizar su valor cultural y descuidar su conservación contribuyen al despoblamiento de un sector que debiera ser un polo de desarrollo y encuentro para los habitantes de la ciudad.