No tenemos goleadores. El tema nos preocupa y a muchos los asusta como si fuera un fenómeno excepcional. Y no lo es.
Nunca hemos sido productores generosos de artilleros. Es un asunto endémico para el que no hemos encontrado vacuna ni remedio, salvo apariciones esporádicas de algún iluminado del área. Ni siquiera cuando hemos importado algún medicamento hemos tenido éxito. El apreciado Óscar Fabbiani no sanó al seleccionado cuando se nacionalizó y tampoco mejoró con Jorge Américo Spedaletti, cuya muerte nos ha puesto luto en esos días. A ambos la Roja les secó la pólvora.
Hoy la selección sigue clamando por un goleador y solo un jugador parece dar garantías, Ben Brereton, en un paisaje seco donde apenas unos cuantos brotes permiten abrigar esperanzas. Como siempre. Y siempre, como bien sabemos, solamente uno puede dar frutos, con la gran excepción de la dupla de oro de Iván Zamorano y Marcelo Salas. ¡Dos al mismo tiempo! Fue excepcional y sigue siéndolo.
Aquí lo que importa es la selección nacional, aunque no vayamos a Qatar, pues nadie ni nada nos garantiza que para la próxima clasificatoria aparezca un acompañante para Brereton.
¿Ha sido siempre así? Siempre. Y las cifras y nombres de los campeonatos locales lo comprueban, pues grandes figuras de nuestros torneos no han logrado convencer con la Roja.
Piense usted nada más que en los máximos anotadores históricos del profesionalismo chileno, Esteban Paredes y Francisco Valdés. Ninguno de los dos fue goleador como seleccionado.
Hace dos días, en estas páginas, Aníbal González se refería a la escasez de artilleros para el seleccionado y él mismo, el “Tunga”, rompedor de redes locales (scorer 1992 y 1995), no repitió con la camiseta chilena.
¿Más ejemplos? Claro: Sergio Salgado (1986), Osvaldo “Arica” Hurtado (1987). Y el notable caso de Rubén Martínez, goleador en tres torneos sucesivos (1989, 1990, 1991). Si va más atrás en el tiempo, encontrará lo mismo. Como Honorino Landa, el querido goleador, que no repitió con la Roja y estuvo en dos mundiales sin marcar. Y Carlos Campos, el indestructible “Tanque” que apenas hizo tres tantos como seleccionado. Luis Hernán Álvarez, estrella refulgente en el área, apenas se asomó por la Roja. Incluso Jorge Robledo, que revolucionó el puesto de centrodelantero en Chile, solo hizo 9 dianas en 35 partidos.
Otros, por cierto, han respondido plenamente con la camiseta de todos. Ya están citados Salas y Zamorano y debe agregarse a Carlos Caszely, que nunca se achicó ante algún rival local o extranjero, y Humberto Suazo, crack con todas las camisetas. El más actual es Eduardo Vargas, uno de los mayores goleadores sudamericanos.
Un caso anecdótico: Enrique Hormazábal fue goleador del sudamericano de 1956 y fue segundo scorer en el de 1955 ¡sin haber sido nunca hombre de área! (y sí un notable armador).
La sequía, entonces, no es nueva. Es vieja. Y fea.