La Convención ha finalizado el trabajo de sus comisiones temáticas. Ahora es preciso unir coherentemente sus múltiples partes y afinar su redacción. También establecer los tiempos para la entrada en vigor de su articulado y, no menos importante, plantear el marco conceptual que la anima y le da sentido.
Ya se ha desatado la polémica sobre si aprobarla o rechazarla. Los que se inclinan por el rechazo señalan su inflexibilidad programática, las contradicciones y vaguedades de sus artículos, dificultad de aplicar otros, desdibujamiento y desequilibrio de los órganos o poderes llamados a gobernar, prescindencia o desconocimiento de nuestra historia con todo su aporte de experiencia acumulada. Aquellos que están por el apruebo, en cambio, no logran ser específicos en su postura positiva y plantean que una vez que desaparezcan los convencionales, y solo cuando nos enfrentemos al texto final, se apreciará la bondad y trascendencia de sus cambios. En el fondo, apelan a que el texto producido es diferente de aquellos que lo produjeron.
Esto último se debe a que durante el transcurso de su elaboración no cesaron los episodios que rebajaron la seriedad y trascendencia de su misión, afectando su credibilidad. También disminuyó su estimación pública debido a su reiterado afán por imponer intereses grupales por sobre la primacía de lo nacional.
En el fondo, los diversos grupos en que se basaron las mayorías que produjeron este texto destacaron por su continuado afán de llamar la atención abusando de su publicidad, careciendo por completo de empatía con la gente común y corriente, lo que conlleva un menosprecio a esas personas. Fueron también soberbios frente a razonamientos divergentes de ellos, como si sus ideas fueran siempre infalibles por ser revolucionariamente refundadoras del país. Tampoco toleraron críticas y, por el contrario, consideraron como enemigos del pueblo a quienes las plantearon.
En definitiva, mal usaron el mandato que les fue conferido: redactar una Constitución que superara la polarización del país. El resultado apunta a todo lo contrario, por cuanto la han agudizado. Y esto se debe a que tras el desplante y afán publicitario de tantos convencionales solo se esconde una sensación de fragilidad, de vulnerabilidad y de un escondido sentido de inferioridad más algo de cobardía, rasgos que comúnmente se dan en gente prepotente y arrogante, características que se le están transmitiendo a este proyecto de Constitución.