Los padres le preguntan al hijo: “¿Qué quieres ser cuando grande?”.
Es difícil que alguno diga entrenador de fútbol, quizás para alivio de la mamá y el papá. Habrá alguno, aunque es cosa rara. ¿Árbitro? Probablemente no, a menos que sea hijo de árbitro y nieto de árbitro.
Algunos exjugadores estudian y se convierten en directores técnicos, es lo que saben y es su oficio, pero al comienzo de sus carreras ni siquiera lo pensaban.
En las ligas chilenas, cada tres semanas, más o menos, despiden a uno; y lo que es bueno para nacionales —Osvaldo Hurtado, Ivo Basay, Ronald Fuentes, Jorge Garcés, Víctor Rivero— lo es para extranjeros: Cristián Paulucci, Nicolás Vazzoler, Martín Anselmi, Cristián Arán, Juan Domingo Tolisano.
Esta historia, eso sí, es de ida y vuelta, y así como un club le cierra el ciclo, ya habrá otra institución que se lo abra.
Paraguay, por ejemplo, despidió a Eduardo Berizzo y ahora lo pretende Chile. Es normal y es el tránsito de un director técnico, que según la costumbre pide quedarse un tiempo: año y medio o dos añitos, pero eso se irá viendo, porque los resultados negros disuelven los contratos y las palabras de hombre.
Pide, y más si es una selección nacional, algo imposible: trabajar con tranquilidad. Y algo inviable: desarrollar un plan integral que no dependa de los resultados, a lo que le dicen que sí, pero es mentira, como lo saben dirigentes, hinchas, la prensa y hasta el propio DT.
Los entrenadores transitan en zigzag y entre las estaciones del último despido y el reciente contrato.
Entre medio paciencia y nada mejor que un gran televisor, en HD y Smart, frente a un sofá mullido. ¿Algo para picar? Puede ser. ¿Un traguito? Depende de la hora. Y entonces ver partidos sin pausa y con la tranquilidad del espectador avezado.
¿Cesante? Es una forma de verlo, pero no seamos dramáticos. Es una lista de espera que corre lenta y nunca se detiene.
Los entrenadores son personas seguras de sí mismas, y si no creyeran en su conocimiento del fútbol y sus maromas, no estarían donde están.
Los mandan a cambiar por la ventana o por la puerta de atrás, pero ya regresarán por la principal, y con la sabiduría intacta.
Así que los pueden echar las veces que puedan y quieran, pero nada de eso les impide volver, con renovados proyectos, nuevas ideas y decenas de respuestas.
—“¿Nos puede salvar?”
—“Creo que se lo puedo asegurar”.
—“¿Llegamos a la zona de copas internacionales?”
—“Deberíamos, de todas maneras”.
—“Dígame lo que necesita”.
—“Un central, un mediocampista y un delantero. Eso sería. Y un segundo arquero, si es posible.”
—“¿Nos asegura que no pasaremos sobresaltos?”
—“No tendríamos por qué”.
La historia de un entrenador es misteriosa y está escrita como sopa de letras.
No porque le haya ido mal en A, le va a ir igual en B. No porque le esté yendo bien en C, le irá de esa forma en D. Lo que hizo en E y en F, no lo logró en G. Lo que no hizo en H y tampoco en I, le resultó en J.
Duros, persistentes, resistentes.
Resilientes, una palabra de la psicología.
Cuero de chancho, un término que viene de la vida misma.