Si el gran Sherlock Holmes estuviera entre nosotros, todo estaría resuelto.
Ni actas de Guayas o de Nariño, ninguna necesidad de tribunales y tampoco abogados brasileños, jurisconsultos colombianos y menos tuiteros de látigo fácil.
Holmes, en realidad, ya vino a Chile, y con el doctor Watson arribaron a la estación Mapocho para resolver el caso del marido de la señorita Sutter, tal como lo contó el escritor Alberto Edwards, porque estamos frente a un maravilloso caso de la literatura latinoamericana, donde los componentes del realismo mágico saltan a la vista.
En el caso del marido de la señorita Sutter, para ser precisos, no le fue muy bien al célebre detective, pero el caso del jugador Byron Castillo Segura no tendría por qué seguir la misma suerte.
Holmes querría saber si lo del nombre es por George Gordon Byron, el poeta romántico Lord Byron. Eso es imposible de saber, como se verá más adelante.
Vamos a las dos actas de nacimiento.
La ecuatoriana.
Byron David Castillo Segura, nacido el 10 de noviembre de 1998, en la provincia de Guayas y en el pueblo de General Villamil, que recuerda al general José Villamil, prócer de la independencia de Ecuador. El acta se obtiene cualquier día, son tres dólares y los datos se consignan en el tomo 9, página 53 y acta 799. Ni siquiera hay que echarle agua para verlo con claridad: ecuatoriano.
La colombiana.
Bayron Javier Castillo Segura, nacido el 25 de julio en 1995, por la localidad de Tumaco, departamento de Nariño, que es por Antonio Nariño, héroe de la independencia y organizador de la República de Colombia. Es un acta del Registro Civil, más bien de la Notaría Única de Tumaco, que hace unas semanas un tuitero periodista subió a la red, después que un abogado de Quito la trajera a colación. En verdad, el documento se conoce desde hace años, pero eso qué importa; hagámoslo corto: es colombiano.
No hay que ser Holmes para darse cuenta de una diferencia que los espíritus descuidados jamás advertirían, porque leen de prisa y a tontas y a locas. Se trata del segundo nombre del jugador. En el acta ecuatoriana se lee “David” y en la colombiana, “Javier”.
Holmes, por cierto, habría detectado una segunda diferencia, acaso imperceptible, porque no es más que un signo gráfico y apenas se logra ver. En el documento colombiano se lee “Bayron” y en el ecuatoriano, “Byron”.
Holmes, sin embargo, jamás descartaría una tercera vía: podría tratarse de la misma persona y, por tanto, el mismo jugador. Nada de hermanos ni de personalidad escindidas, y nada de vainas ni vudú.
¿Acaso no resolvió casos tan complicados (y peligrosos) como el carbunclo azul, el hombre que trepaba o la desaparición de lady Carfax?
Para el gran sabueso, cabe la pregunta final: “¿Hay que ir a la FIFA, acudir a tribunales y contratar de nuevo al abogado brasileño, como esa otra vez, cuando ganamos, pero no fuimos?”.
La respuesta: “Elemental, querido Milad”.