Se ha discutido mucho sobre el sistema político que se propondrá en la nueva Constitución: presidencialismo atenuado, supresión del Senado, bicameralismo asimétrico, pero ha pasado desapercibida la aprobación que diera el pleno de la Convención al período presidencial y a la reelección del Presidente. La norma aprobada dice: “La o el Presidente durará cuatro años en el ejercicio de sus funciones, tras los cuales podrá ser reelegido, de forma inmediata o posterior, solo una vez”.
Esta posibilidad de ser reelegido ha permitido a autócratas latinoamericanos y de otras latitudes, como Putin y Erdogan, dar apariencia democrática a su perpetuación en el poder.
La Constitución de Venezuela permitió, primero a Chávez y luego a Maduro, su reelección sin límites, con el agravante de que cada período es de seis años.
Evo Morales, al aprobar una nueva Constitución para Bolivia, interpretó que estaba en su primer período y fue reelegido haciendo uso de la norma que dispone que puede ser reelecto por una vez. Esto le permitió a Morales gobernar desde el 2005 al 2019. Al terminar su último período, promovió un referéndum para reformar la Constitución que le permitiera ir a un nuevo período presidencial, pero habiéndolo perdido, su partido político, el Movimiento Al Socialismo, presentó ante el Tribunal Constitucional Plurinacional un recurso contra la norma de la Constitución que limitaba la reelección. El Tribunal decretó que era un derecho humano ser candidato presidencial. En las elecciones de 2019, se produjeron sospechas por el resultado de la elección y, tras protestas violentas, Morales se vio obligado a renunciar y tuvo que exiliarse. Le sucedió Jeanine Áñez, pero en las elecciones de 2020 fue derrotada por Luis Arce, quien permitió el regreso de Morales y este ahora es el poder en las sombras, mientras Áñez permanece privada de libertad, acusada de sedición.
En 2008, Ecuador aprobó una nueva Constitución que establecía la reelección indefinida, y esto permitió a Rafael Correa ejercer el mando por más de diez años: de 2006 a 2017, y luego dejó en la presidencia a su exministro Lenín Moreno, aunque más tarde fue condenado por soborno y permanece en el exilio. Una reforma constitucional de 2018 permitió la reelección por una sola vez.
En Nicaragua, la Constitución, al no tener límite para la reelección, le ha permitido a Daniel Ortega ser constantemente reelegido desde que ganó las elecciones de 2006. La última elección fue especialmente espuria, ya que encarceló a sus posibles oponentes.
Todos estos países tienen un desarrollo económico frustrado por el populismo de sus líderes, y no son democracias auténticas, sino cosméticas.
Por ello no debe permitirse que el Presidente de la República de Chile se reelija y menos que concurra a las elecciones en ejercicio de su cargo. Ya hemos pasado por un período de 16 años en que se han turnado en la Presidencia Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, lo que ha contribuido al desprestigio de la política y ha impedido que surjan nuevos líderes.
Por ello hay que cuidar al Presidente Boric y a las nuevas generaciones de jóvenes políticos. Ya es grave tentarlo para que se presente a una reelección; pero mucho peor es que se le permita presentarse como candidato a la elección presidencial que se realice después de aprobarse la nueva Constitución, contando ese como su primer período.
La democracia chilena se pondrá en serio riesgo si termina aprobándose la reelección del Presidente no solo inmediatamente, sino también pasado el período presidencial de otra persona, y esto sin contar que, con los bajos quorum, no se pueda reformar la Constitución y establecer el derecho a dos o más reelecciones.
Esto ya ha comenzado a discutirse y al parecer por una norma transitoria se impedirá que Gabriel Boric sea candidato en esa elección. Pero no es seguro que ella llegue a aprobarse, ya que en la Convención predominan los conglomerados de izquierda refundacional, que una vez que han llegado al poder es difícil que lo dejen y no conviertan a Chile en otro país con democracia fallida.