En esta película no queda hombre con cabeza. Los que tienen las funciones protagónicas son traidores, ambiciosos, dobles y mendaces. El más joven de todos es un supercriminal que ha creado un programa informático impenetrable y capaz de derribar aviones, apagar ciudades enteras y activar las armas nucleares, además de dominar la red mundial. El programa es un mero chip dentro de un celular.
Este tipo de amenazas no viene del ambiente de los superhéroes de cómic, sino más bien del mundo de los agentes secretos de los años 60, con James Bond en el tope de la escalera y Jason Bourne en su expresión rebelde. Ambos son los moldes en que se mira esta película, aunque con cinco estrellas de primera línea que forman un panorama plurinacional, plurilingüe y pluriétnico.
A saber: Mace (Jessica Chastain), agente de la CIA, luchadora dura, seducida por un compañero de trabajo; Khadijah (Lupita Nyong'o), agente del MI6 británico, experta en informática, con pareja estable; Marie (Diane Kruger), agente del BND alemán, asesina certera, traumada por un padre que fue informante para la KGB; Lin Mi Sheng (Bingbing Fan), agente del gobierno chino, experta en artes marciales, y Graciela (Penélope Cruz), psicóloga colombiana, con marido e hijos, la única que no carga con muertos, aunque al terminar el metraje ya se habrá iniciado en eso.
La amenaza para la especie humana solo puede ser conjurada por este equipo de agentes, que deberían estar enfrentadas, pero que en función de la sorority pueden enfrentar a la legión de asesinos que las rodea. Igual que Bond o Bourne, sus peripecias pasan por distintas latitudes, desde la selva colombiana hasta las callejuelas de Marrakech, desde París hasta Shanghái. Es acción sin parar: en la primera hora recuperan el chip, pero en la segunda lo vuelven a perder.
El número 355, según dice Mace, era el nombre que usaba una espía femenina de la revolución norteamericana cuya identidad nunca fue conocida. En su memoria usan ahora esa cifra, lo que puede ser un anuncio de segunda parte. Nadie lo dice.
Es lo que probablemente está en la cabeza del director Simon Kinberg, que hasta ahora solo había dirigido la última entrega de X-Men (Dark Phoenix), pero que ha sido el productor de los X-Men, Los 4 fantásticos, las historias de Wade Wilson, Abraham Lincoln: Cazador de vampiros y hasta la reciente Muerte en el Nilo. En breve: un productor a lo grande, aparentemente atrevido, pero más bien asegurado.
Agentes 355 no tiene de novedoso más que el reparto y el hecho, acaso involuntario, de que termina dividiendo a Bond por cinco.