Nosotros los chilenos, debido a la escasez de materiales preciosos, caemos con facilidad en la exageración, nos salimos de órbita y agigantamos al joven compatriota, de 20 años o por ahí, que muestra condiciones para el fútbol.
En un par de partidos coloca buenos pases, exhibe desplante y no digamos si hace un gol.
En otro par presenta personalidad, visión de juego y cierto oficio, pese a la juventud.
Si lo anterior se da, que a nadie le quepa duda, aparece un coro que proclama el fulgor de la joya futbolística. Una maravilla ha sido hallada. Campanas y elogios al vuelo de tantos profetas sin profecía. Es que hay poca riqueza y los especialistas están educados en descubrir el filón. No es su culpa, es su condición.
Pues bien: no hay nada peor que hablen bien, tan tempranamente y sin fundamentos. Enferma y confunde.
Los jóvenes que empiezan a jugar y a vivir deberían resistir y desconfiar de los apodos artificiales, con esos nombre raros que revelan poca gracia y escaso ingenio.
Huyan de las piedras preciosas y de los objetos ornamentales, nada de alhajas, y por favor, olviden las joyas.
Desprecien y escapen de cualquiera de las siguientes alternativas, tanto las reales como las inventadas: Luciano “Zafiro” Arriagada, Carlos “La Joya” Palacios, Clemente “Rubí” Montes, Joan “Ónix” Cruz o Vicente “Diamante” Pizarro.
Es por colocar ejemplos, porque los chilenos, tantas veces, hemos molido al joven descubierto, con aumento de presión, alabanza destemplada y la alharaca que recorre el país y altera la realidad.
En vez de un correcto profesional que se ganará la vida, incluso con holgura, jugando a la pelota, ya se anuncian portentosas estrellas nacientes, cometas en progreso y futbolistas excepcionales que nacieron en un país pequeño y lejano, y por eso tan necesitado de santos y lumbreras.
Ante el hallazgo se escarba su entorno familiar y social, ¿será el apropiado para alguien con esas riquísimas condiciones?
¿Conocemos sus costumbre y rutinas? Hay que cuidarlo, protegerlo, vigilarlo.
¿Qué le conviene? Mantenerse en Chile por un par de años o irse de inmediato a Europa. ¿No le convendrá, digo yo, un paso intermedio por Argentina?
¿De qué estamos hablando? No de un joven cualquiera ni de un futbolista que empieza, si no de un fenómeno de rara ocurrencia, sobre todo en Chile.
Entonces, se machaca el apodo y se repite hasta el agotamiento su condición de alhaja o perla.
Así se coloca a un jugador bajo el mortero. Y el camino al infierno, también al purgatorio, bien se debería saber, está plagado de buena voluntad y nobles intenciones.
Así es como a un zafiro, a un rubí o a un diamante, se le pega, aplasta y demuele.
En vez de tanto brillo, paraíso y piedra preciosa, lo mejor está en la humildad de la otra esquina: no hablen bien de mí.