El fútbol chileno y el referato en particular atraviesan por uno de sus momentos más oscuros y complejos. En el caso de los pitos, la acusación de presión indebida de la comisión de arbitraje, presidida hasta el miércoles por Javier Castrilli, a los integrantes del VAR en el partido entre Huachipato y Deportes Copiapó requiere una pronta solución.
Los audios de WhatsApp, enviados por Francisco Gilabert a un colega del Ascenso, en las horas posteriores al historiado cotejo entre “acereros” y copiapinos, abrieron las compuertas de las dudas y pusieron en tela de juicio la seguridad, independencia y aislamiento de los jueces.
A esta altura, el nudo mayor radica en las versiones contrapuestas del VAR, Cristián Droguett, y el quality manager (QM), Mario Vargas, quien ejerció de inspector el miércoles 26 de enero en el estadio CAP. Droguett sostiene que su superior le dijo que para Santiago, es decir la comisión de arbitraje, Gilabert debía ratificar la sanción del penal de Diego García a Walter Mazzantti. Vargas niega el llamado y sugerir una decisión.
En síntesis, es palabra contra palabra. La investigación que lleva el oficial de cumplimiento de la ANFP, Miguel Ángel Valdés, posee una importancia radical para el futuro del fútbol nacional. En este proceso se juega la credibilidad de una actividad apuntada con los diez dedos. Es necesario que el procedimiento avance con prontitud y cualquiera sea su resultado entregue respuestas coherentes y verosímiles. Si Vargas mantiene su versión, el funcionario de la ANFP tendrá que recurrir al Ministerio Público para que la PDI efectúe una pericia en los teléfonos, aplicaciones e incluso las cuentas de internet de los involucrados.
De esta manera existirá un dato objetivo, en los tribunales ordinarios, que ponga punto final a este episodio que reveló la vulnerabilidad del sistema creado por la FIFA con el fin de transparentar y mejorar la administración de justicia en la cancha. Desde Zúrich observan con atención el devenir de los acontecimientos.
Al menos existe un dato claro: los dos encuentros de la promoción fueron analizados por instituciones especializadas en el amaño de partidos y la conclusión es que el juego fue normal.
El escándalo al cual asistimos, que vio rodar las cabezas de los profesores de la comisión de arbitraje, mostró además la carencia de conducción del directorio de la ANFP y en especial de su presidente, Pablo Milad. Su actuar ha sido errático y confuso desde el inicio. En su primera intervención sobre el tema, registrada al arribo de su viaje a Qatar y Gran Bretaña, expresó que solo se enteró de la denuncia periodística cuando estaba en el exterior. Los tiempos no calzan. El reportaje de “Tribuna Andes”, que puso en el tapete este remezón, se publicó el 23 de marzo, justo cuando Milad se dirigía a Brasil para el duelo de Chile por las eliminatorias. Después, en la rueda de prensa del miércoles 6, dijo que este periodista fue invitado a entregar los antecedentes cuando se emitió el artículo. Algo que nunca sucedió.
El capítulo de la promoción aún no se apaga. Muchos están nerviosos. Llaman, envían mensajes, intentan blufear y declaman inocencia, cuando nadie los acusa. Tranquilidad. El que nada hace, nada teme.