Todo parece indicar que la salida institucional que se le dio a la crisis del 18/O no está generando los resultados esperados por la inmensa mayoría que aprobó una nueva Constitución hace ya casi un año y medio. El proceso constituyente está en pleno desarrollo, pero a estas alturas son pocas las voces de intelectuales que lo siguen apoyando. De aprobarse el proyecto constitucional en ejecución, en vez de resolver la crisis institucional, ésta se agravaría ¿Por qué Chile, reconocido como un caso de éxito en la región, llegó a esta situación?
Las causas son muchas, y de distinta índole, económicas, políticas, y éticas, entre otras. Sin embargo, creo que la principal falla se encuentra en la educación, y no se trata de perdonar el CAE o aumentar el rol del Estado, es un problema mucho más amplio y extendido, que es primero una falla del Estado, pero también una preocupación insuficiente de la sociedad civil, empresas y familias en el tema. Ojalá podamos tener la oportunidad de enmendar el rumbo, y de esta forma lograr el objetivo de mejor calidad de vida para todos los habitantes de Chile.
Miremos el rol de la sociedad civil en esta materia, y por supuesto, en lo que describiré siempre hay notables excepciones. Es evidente que la capacidad, compromiso y vocación de los profesores en esta tarea crucial, pero, ¿qué hacemos los padres cuando nuestros hijos de buen desempeño académico muestran interés en la pedagogía? Los desalentamos, cuando no solo deberíamos apoyarlos, sino también ofrecerles refuerzo económico permanente para que puedan cumplir una vocación que está en la base de lograr una mejor sociedad. Finalmente, muchas veces los profesores lo son porque no pudieron optar a su preferencia. Por otra parte ¿qué hacen muchos padres cuando ven alta exigencia académica de parte de los profesores? Se preocupan de que eso pueda perjudicar el NEM, con lo que en forma creciente las notas escolares dicen muy poco del esfuerzo y capacidad de los alumnos. Para qué hablar de la disciplina y el respeto por el profesor, son cosas del siglo pasado, y cuya inexistencia dificulta aún más ejercer esa vocación. El resultado es que los alumnos salen de cuarto medio sin las necesarias habilidades blandas y sin haber experimentado una real exigencia académica en su mayoría, siendo esta una de las causas de las largas carreras en las universidades. Se suma también a esto la nula experiencia de trabajo de la inmensa mayoría de los jóvenes, muy distinto a lo que se observa en países desarrollados. De acuerdo con los datos de las OCDE, en Chile solo un 26% de los jóvenes entre 15 y 24 años participa del mercado laboral, en comparación con un 66% en Australia y un 46% de la OCDE en promedio. Debemos avanzar en compatibilizar trabajo y estudios, lo que permite grandes ganancias en capital humano.
Todo lo anterior repercute finalmente en baja productividad, salarios reducidos, y mala distribución del ingreso, ya que, aunque la educación particular pagada también tiene deficiencias, en ese segmento, que representa menos de un 10% del total, el capital cultural de los padres y el apoyo extraescolar que pueden dar a sus hijos logra hacer una diferencia importante.
Este problema en la educación permite además explicar un fenómeno que puede parecer paradójico; el costo de la vida en Chile es elevado dado nuestro nivel de desarrollo, pero los salarios, componente relevante de los costos de producción, son bajos. Falta de competencia, costos regulatorios, déficits de infraestructura pueden ser causas también del alto costo de la vida, pero parecen insuficientes. La baja productividad laboral es sin duda un aspecto clave. A este respecto, un estudio de la OCDE muestra a Chile con un porcentaje relativamente alto de adultos con bajo nivel de educación (35% versus un promedio cercano a 20% para los países OCDE). Sin embargo, la brecha más importante la tenemos en el porcentaje de adultos con reducidas habilidades cognitivas mínimas, casi un 70%, más del doble del promedio de ese grupo de países. Resulta evidente entonces que no solo nos falta escolaridad, el problema principal es la calidad de esa educación, lo que explica la baja productividad, bajos salarios y costos elevados de producción.
En conclusión, tenemos que mejorar la educación, sin eso no lograremos el desarrollo inclusivo que buscamos. Lo preocupante es que los temas señalados están completamente ausentes de la agenda del actual gobierno. Costos laborales más altos, que sí forman parte de la agenda, sin un correlato de mejoría de capital humano, dejarán fuera de la formalidad a los más vulnerables, dañando también la competitividad y el crecimiento.
Cecilia Cifuentes
Directora ejecutiva Centro de Estudios Financieros ESE
Business School U. de los Andes