Nuestra selección aún mantiene alguna opción de llegar al Mundial de Qatar. Y para acercar esa opción, que se ve lejana, Martín Lasarte quiere tener a su plantel en preparación desde el próximo viernes. No le gusta la idea a Gustavo Quinteros, que perdería el concurso de Brayan Cortés y Gabriel Suazo para su partido contra Palestino del día siguiente. ¿Es vital ese anticipo presencial de los dos albos, no da lo mismo que se presenten el lunes? ¿Son vitales para que su club enfrente a Palestino? Eso lo saben con toda claridad Lasarte y Quinteros. Por lo tanto, debiera ser materia de una comunicación entre los dos técnicos y no material para los comentaristas, que por opinar de lo que no saben cometen errores y transforman un asunto técnico en un conflicto.
¿Qué opino de esta situación? Nada. Me interesa conocer las razones de uno y otro entrenador. Eso nomás. Y después, seguramente, opinaré.
Estamos llenos de conflictos. Algunos muy serios y algunos que nos llegan “de yapa”.
Y hay más. Por ejemplo, la programación del partido entre la U y la Unión Española. No se pudo programar en el Nacional (en trabajos para los Juegos Panamericanos), Sausalito (trabajos con el pasto, según se dice), CAP (lo mismo) y Lucio Fariña (apreciación de Carabineros, se dice). También se intentó llevar la localía de Universidad de Chile al Elías Figueroa, a La Granja… a todas partes.
Lo que hay detrás de las dificultades es la negativa de las distintas ciudades, municipalidades y clubes a recibir a los barra brava de la U. Muchas han sido las víctimas de la destrucción de valiosas instalaciones y nadie quiere que se repitan. Eso es todo, pasto más o pasto menos.
Lo que muchos recordamos son los carteles desplegados por algunos iluminados de la barra azul con la leyenda: “No importa el estadio”. A ellos no les importa (en realidad, no les importa nada), pero al club sí. Tanto, que la persona que aparece al timón del barco fantasma, Michael Clark, recién al comenzar el año habló de conversaciones con un municipio por un terreno para construir el estadio. Y apenas lo dijo se terminaron las conversaciones. Nadie quiere un estadio de la U cerca de su casa. Me atrevo a creer que nadie quiere cerca ningún estadio, de ningún club.
A esta situación hemos llegado. El desprestigio de la actividad por sus dirigentes, por sus barras, por el nivel de juego competitivo internacional nos ha llevado a este lugar de incertidumbre y pesimismo.
Y así esperamos los partidos contra Brasil y Uruguay. Preocupados y en medio de distintos conflictos. Necesitamos un respiro.