Señor Director:

Durante cuatro años nos hicieron pelear como animales, al ritmo de sus afanes y para su entretención y desligamiento de responsabilidad. Nos dijeron que quienes vienen a Chile son delincuentes, que nos vienen a robar lo poco que tenemos: nuestro trabajo y nuestros espacios. Eso nos asustó, a pesar de que las cifras demuestran que es una invención.

Nos mostraron a personas extranjeras esposadas, expulsadas colectivamente; mientras hablaban de brazos abiertos, les cerraban la puerta en la cara en la oficina de Matucana, allí donde las cámaras no llegaron.

Crearon visados que impidieron la posibilidad real de migrar regularmente hacia Chile, abandonando también a chilenas y chilenos en el norte, duplicando a diario la población de localidades que simplemente no daban abasto, y dejando a su merced a cientos de seres humanos forzados a cruzar por el desierto, víctimas de las inclemencias del tiempo y de los hombres.

Nos empujaron hasta sacarnos los ojos entre nosotros mismos, pese a ser compañeros de trabajo, sudar el mismo esfuerzo y generar, a la par, ganancias que no vemos. Porque así nos mantuvieron ocupados: pensando que la culpa es del inmigrante, cuando lo fue de las políticas públicas deficientes y vulneratorias.

Quiero creer que se acabaron las peleas en el coliseo y que ahora, libres, volveremos a encontrarnos, a mirarnos a los ojos y a trabajar juntos por un país mejor y una Latinoamérica fraterna y próspera en equidad.

Francisca Vargas Rivas
Directora de la clínica jurídica de Migrantes y Refugiados UDP