Ayer asumió el Presidente más joven en la historia de Chile, así como pertenece a una agrupación política, el Frente Amplio, de no más de 10 años de existencia. Obtuvo en segunda vuelta, apoyado por el conjunto de la oposición del momento, una contundente votación ciudadana, solo superada en los últimos 30 años por Eduardo Frei Ruiz-Tagle en primera vuelta en 1993 y por Michelle Bachelet en segunda vuelta y en su segundo período en 2014. Su programa de gobierno es profundamente transformador en materia política, económica, social y cultural, lo que lo coloca en el lugar de las principales transformaciones en la historia de Chile contemporáneo. La generación que lo acompaña en su gobierno nace esencialmente en las luchas estudiantiles de 2006 y de 2011, tras las cuales se logró una profunda reforma educacional marcada por el fin al lucro, a la selección, al financiamiento compartido y a la gratuidad en la educación superior. Para las fuerzas progresistas y de avanzada cuya orientación doctrinaria e ideológica provienen del humanismo laico, del social cristianismo y de la izquierda en general, se abre una gran esperanza para que con este nuevo gobierno se construya un Chile más libre y más justo.
En la historia de los últimos 100 años hemos tenido momentos semejantes, con avances y derrotas, con éxitos y frustraciones, pero siempre al final se ha avanzado. En algunas oportunidades, las fuerzas del cambio han actuado unidas, en otras, lamentablemente, divididas. Es así como hubo la esperanza en 1920 con el triunfo de Arturo Alessandri, aquel de la “querida chusma” y la “canalla dorada”, en esa oportunidad, radicales demócratas y un sector de los liberales abrieron el camino. Pasaron varios años y llegó el triunfo del Frente Popular en 1938 con Pedro Aguirre Cerda, primera vez que la izquierda llegaba al gobierno. El lema “gobernar es educar” marcó ese período.
Pasaron más años y llegó el triunfo de Eduardo Frei Montalva en 1964, con las fuerzas progresistas divididas y la soberanía popular le dio el triunfo a la opción social cristiana encabezada por Eduardo Frei Montalva y su “revolución en libertad”, y se avanzó con el apoyo de la izquierda para incorporar a la vida política, económica y social a dos enormes contingentes humanos, campesinos y pobladores, que a la fecha en cuestión estaban marginados en gran parte de la vida política y social del país.
Y en 1970, con las fuerzas progresistas también divididas, ganó la izquierda con Salvador Allende y se abrió la esperanza para los pobres del campo y la ciudad como nunca en la historia de Chile, y se avanzó y quedará para la historia tanto la nacionalización del cobre como el medio litro de leche. Quizá la expresión más franca de ese período es la pancarta de un obrero en la última manifestación de apoyo al Presidente Allende una semana antes del golpe. Esa pancarta decía “este es un gobierno de mierda, pero es mío”.
Después vino la tragedia para las fuerzas progresistas que duró extensos 17 años y al final de ese período se abrió nuevamente la esperanza de recobrar la libertad y la justicia social. Eso se logró el 5 de octubre de 1988 con la derrota de Pinochet y de la derecha que lo apoyó, y con el triunfo de la unidad y todas las fuerzas progresistas.
Y la esperanza volvió a renacer con Patricio Aylwin el 11 de marzo de 1990, con el triunfo de la Concertación apoyada por la izquierda comunista y se avanzó durante esos 20 años construyéndose un Chile más libre y más justo. Para las fuerzas de izquierda y centroizquierda, el haber reducido en esos 20 años la pobreza de un 68% de la población a un 8% antes de la pandemia, quedará para la historia.
La penúltima esperanza contemporánea la posibilitó Michelle Bachelet en su segundo gobierno, una vez más con la unidad de todas las fuerzas progresistas, y también se avanzó en libertades y justicia social.
Desde ayer y con esa historia descrita en las espaldas, el Presidente Boric abre nuevamente los caminos para un Chile más justo y más libre. Es de esperar y confiar que en esta oportunidad avanzaremos más rápido para el objetivo mencionado. Además, al Presidente Boric lo marcará y lo acompañará en su período un hecho inédito en la historia de Chile: por primera vez se está redactando una Constitución por ciudadanos elegidos para tal efecto por la soberanía popular, con un componente paritario y con escaños reservados para los pueblos originarios, lo que implica que, junto a las profundas transformaciones que compromete el programa de gobierno, tendremos una nueva Constitución acorde a la voluntad mayoritaria y a las aspiraciones de la mayoría ciudadana. De tal manera que el Presidente tiene todos los instrumentos para seguir avanzando en los objetivos permanentes de las fuerzas transformadoras, lograr la mayor libertad para todos los ciudadanos a partir de construir una base mínima de igualdad.