La inflación de 7,7% en los últimos doce meses es preocupante, pero más lo es que la inflación esperada en los próximos años esté consistentemente sobre 3%. El control de la inflación tiene como ancla la credibilidad, por lo que la política monetaria moderna no solo basa su actuar en condiciones económicas objetivas, sino también en la confianza en el logro de sus objetivos. Por ello, es la sistemática alza en sus expectativas lo que enciende una luz de alerta para la estabilidad macroeconómica.
El deterioro de las expectativas puede obedecer a dos fenómenos: o el Banco Central no está disponible a cumplir con su objetivo, o las condiciones macroeconómicas se han deteriorado de tal manera que lograrlo se está haciendo muy cuesta arriba. En buen castellano, (i) el Banco Central está mirando al techo, o (ii) el piso se está moviendo mucho. Como en las viejas pruebas de alternativa, todo indica que la respuesta correcta es solo (ii).
La política monetaria está respondiendo a las condiciones macroeconómicas como lo ha hecho siempre. Pero el cambio en estas últimas ha sido tan dramático que son cada vez más recurrentes las voces de agentes económicos que anticipan que el gasto fiscal y el deterioro institucional hacen demasiado difícil la tarea monetaria. El desenfreno del gasto público ha sido desde tiempos inmemoriales causante de problemas de inflación, por lo que sin un fuerte golpe de timón será difícil evitar el fantasma de la dominancia fiscal, aquella teoría que establece que —con un gasto desbandado— no hay política monetaria que resista.
Por otro lado, la crisis institucional —de la que la Convención Constitucional nos mantiene informados en tiempo real— alimenta una mayor percepción de riesgo por activos chilenos. Aunque este concepto parezca sofisticado, sus consecuencias no lo son. El dólar sobre 800 —aun con un cobre en las nubes— es fiel reflejo de ello, explicando buena parte de la mayor inflación, pero es la probabilidad de que la fisura institucional siga creciendo (póngale número) lo que explica por qué la inflación podría persistir alta por más tiempo. Son numerosos los países donde la pérdida de valor de su moneda obedece a un desorden monetario, pero un problema institucional cuyos bordes están al otro lado del horizonte tiene consecuencias parecidas.
El Banco Central puede llevar la inflación a 3% en los próximos dos años, aun en estas difíciles condiciones, subiendo agresivamente las tasas de interés. Algo de ello está anticipando el mercado. Está en Teatinos 120 y en el ex Congreso Nacional la receta para evitar que el único remedio para controlar la inflación provenga de Agustinas 1180.