The Velvet Underground existió en su forma más pura entre 1964 y 1970, años que bastaron para convertirla en una de las bandas de mayor influencia en la historia del rock. De su sonido rugoso, metálico, urbano, furibundo y melancólico, pegado y rítmico, avant-garde y melodioso, nacerá una larga genealogía de bandas. Si bien nunca conoció la apabulladora masividad de Elvis Presley o The Beatles, los Velvet han marcado los últimos 50 años de la música popular y su eco puede seguirse a través de hijos y nietos ineludibles como David Bowie, los Sex Pistols, Joy Division, New Order, Pixies, REM, Nirvana, Pavement o LCD Soundsystem, entre muchísimos otros. Sus discos, especialmente los dos primeros, con John Cale aún en la banda, se sienten, incluso hoy, intensos, oscuros, filudos, radicales, increíblemente modernos, más contemporáneos que los contemporáneos.
El documental de Todd Haynes, “The Velvet Underground”, da por hecho todo esto y asume que su público conoce la enorme importancia de la banda. No pierde un cuadro en mostrar a músicos actuales ni a periodistas informados alabando la banda o contextualizando su influencia. Se concentra, en cambio, en el material de primera mano: registros de la época y testimonios de quienes estuvieron ahí y fueron parte de todo. Este foco produce dos efectos: por un lado, concentra la cinta en los orígenes de la banda, en sus días de vigencia, en el contexto artístico del que fue parte; por el otro, rescata o salva para la cámara a los últimos testigos vivos de aquellos días. Considerando que Lou Reed, Nico, Sterling Morrison y Andy Warhol murieron, posiblemente antes de tiempo, hay en Haynes un ánimo casi arqueológico: los que aún quedan pueden morir en cualquier momento, hay que hacer esto antes de que desaparezcan. De ahí que en la cinta solo se entreviste a personas mayores. De ahí también el efecto, algo inquietante, quizá impensado, de presenciar tan cerca las diferencias entre las versiones jóvenes y viejas de las mismas personas. Ni las estrellas de rock se salvan de envejecer y morir (aunque a veces se salvan de envejecer).
Haynes, un director de largometrajes cuidados como “Lejos del cielo” (2002) o “Carol” (2015), muy fuertes en la estética y la dirección de arte, recurre a todo orden de recursos para trasmitir no solo la historia, sino también la atmósfera, la fiebre y la agitación de los días de los Velvet en la Nueva York de la segunda mitad de los sesenta. De hecho, exagera los recursos. Quizás influenciado por el tipo de montaje con que Adam Curtis ha hecho su marca registrada, donde la narración es acompañada por imágenes estrictas de la época que no necesariamente ilustran, pero que trasmiten sensaciones, crean contrapuntos que te llevan a una atmósfera determinada, Haynes tiende a sobremontar casi todo. Segmenta la pantalla en rectángulos, sobrepone imágenes y sonidos, acumula secuencias fotográficas a toda velocidad, separa voces de sus imágenes, cruza colores, texturas y sonidos hasta armar un collage barroco, cargado más de lo necesario. Donde Curtis juega al límite, Haynes suele perderse. Sí logra transmitir la vibra de una ciudad y de ciertas vidas en plena ebullición, pero deja pocos momentos para observar, digerir o incorporar lo que las imágenes transmiten. Quedan ciertos apuntes, cierta atmósfera, pero mucho se pierde también en el ruido. Si consideramos que Haynes usó bastante material capturado por el mismo Andy Warhol, que en su veta de director se caracterizó por creer en los planos largos, fijos, monótonos, tanto montaje distorsiona incluso la naturaleza de estas imágenes.
Un último punto: al terminar, quedan pocas dudas de la fascinación que Lou Reed produce en Haynes, y cómo desde la distancia trata de indagar en su naturaleza, esquiva y hosca. Sin embargo, teniendo a John Cale a mano, más viejo, más reposado, bien dispuesto a conversar, queda la impresión de que Haynes podría haberle sacado más partido. Hay muchos que consideramos a Cale un artista tanto o más valioso que Reed, aunque es cierto que esto es aún materia de debate.
The Velvet Underground
Dirección de Todd Haynes.
Estados Unidos, 2021, 120 minutos.
En Apple +.
DOCUMENTAL