Estimado lector, el título de esta columna y esas cuatro cifras son el resultado de la última prueba de selección universitaria, denominada Prueba de Transición, dividida por tipo de establecimiento educacional.
Los 596 puntos corresponden al promedio de los alumnos egresados de colegios particulares pagados; los 492 puntos corresponden al promedio de los egresados de colegios particulares subvencionados; los 466 puntos corresponden al promedio de alumnos egresados de establecimientos municipales y, finalmente, los 449 puntos corresponden al promedio de alumnos egresados de los denominados servicios locales de educación.
Estos últimos, de acuerdo con la ley, se van a instalar gradualmente a través de todo el país y hoy día representan un número muy reducido. Los colegios particulares pagados representan alrededor del 8% de la matrícula total; los particulares subvencionados, alrededor del 52% de la matrícula total, y los colegios municipales y de los servicios locales representan alrededor del 40% de la matrícula total.
Pedro, alumno municipal; Juan, alumno particular subvencionado, y Diego, alumno de colegio particular pagado, se encuentran una sola vez en la vida, el día que dan la prueba de selección universitaria. Es la misma prueba para todos, el mismo lápiz y la misma goma, pero sus resultados siguen siendo profundamente desiguales después de 12 años de teóricamente la misma educación. Las razones de esta diferencia son múltiples, pero hay una que es ineludible, que es el monto de la inversión en educación por cada Pedro, cada Juan y cada Diego.
Pedro, alumno de colegio municipal, el Estado invierte alrededor de $110.000 mensuales durante sus años de estudios. Lo mismo ocurre con Juan, alumno de particular subvencionado, pero a este, Juan, su familia con la modalidad de financiamiento compartido que aún queda, le aporta un promedio de $45.000 mensuales, porque, el financiamiento compartido de bajo monto fue reemplazado por la subvención estatal, y finalmente Diego, alumno de particular pagado, no recibe un peso del Estado y su financiamiento es familiar y cuyo promedio mensual está en los $300.000 mensuales. Cuando se conocen los resultados por tipo de establecimiento llegamos a una cifra espeluznante: de los 100 mejores colegios en resultados de la prueba de selección universitaria, 95 son particulares pagados, 3 particulares subvencionados y 2 municipales. Cabe recordar, como lo dije más arriba, que el 92% de la matrícula que recibe aporte estatal ocupa solo 5 lugares entre los mejores 100 colegios y, por otro lado, 95 de los primeros 100 corresponden solo a un 8% de la matrícula total.
Los resultados descritos no son nuevos, nos acompañan hace décadas, no obstante la multiplicación del presupuesto de educación, el aumento sostenido de la subvención, una nueva carrera docente y decenas de programas de mejoramiento de la calidad de la educación. Sin embargo, mientras la inversión en educación de Pedro, Juan y Diego tenga una distancia de uno a tres, no será posible hablar y sostener que la educación es un instrumento que permite grados crecientes de igualdad y cohesión social.
Ayer, en un matutino, fue entrevistado el rector del mejor colegio de Chile en resultados de la prueba de selección universitaria, los “Diegos” de este colegio cancelan mensualmente $570.000 mensuales, además de matrícula y cuota de incorporación. ¿Alguien se podría imaginar que un estudiante municipal de Cerro Navia con $110.000 de inversión mensual por parte del Estado pueda competir alguna vez en la vida con el alumno del colegio mejor ranqueado, en el cual se invierten, por su familia, $570.000?
Para romper esta brecha maldita, a partir de los esfuerzos ya realizados, hay que mejorar en cantidad y calidad la inversión pública en los colegios municipales, particulares subvencionados y los servicios locales de educación. No existe otra alternativa. Hay que profundizar la cobertura en preescolar, además, universalizando el prekínder y el kínder, para establecer a lo menos un punto de partida homogéneo en el camino de una mejor educación. Todos los programas presidenciales de primera y segunda vuelta sostuvieron la necesidad de mejorar la calidad en la educación chilena, ese compromiso solo es cumplible si se mejora la inversión por alumno en la educación municipal, particular subvencionada y en los servicios locales de educación.