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Editorial
Viernes 14 de enero de 2022
Magras expectativas económicas
Entregar señales que permitan generar
un vuelco de expectativas debiera constituirse
en una urgencia para las nuevas autoridades.
Parte importante de la discusión pública en materias económicas se centra en cifras que dan cuenta del pasado (variación del IPC, evolución de la actividad o crecimiento del empleo). Sin embargo, los agentes toman decisiones brindando particular atención al futuro. Así, en principio, el extraordinario crecimiento de 2021 no debería generar mayor entusiasmo si las proyecciones de la economía chilena para los próximos años son mediocres. Y, al mismo tiempo, las proyecciones tienden a ser mediocres si no existe entusiasmo. Cuando esta doble asociación se retroalimenta, las cifras terminan confirmando los malos augurios.
Frente a esta arista económica fundamental, los resultados de enero de la Encuesta de Expectativas del Banco Central merecen estudio detallado. Las cifras indican que los agentes consultados —académicos, consultores y ejecutivos o asesores de instituciones financieras— poseen una visión negativa del futuro.
Las bajas expectativas respecto de la variación anual del PIB nacional a diciembre de 2022 son el primer resultado preocupante. Más de la mitad de los encuestados reportó una cifra inferior al 2,2% (la mediana fue 2%) e incluso un 20% la ubicó por igual o debajo del 1,7%. Y las expectativas son incluso peores para 2023. En este caso, tres de cada 10 encuestados proyectaron un crecimiento igual o inferior al 1,4% del PIB ese año, mientras más de la mitad anticipó una variación inferior al 1,8%. Algo similar caracteriza las expectativas para 2024: cerca del 62% estima un crecimiento igual o inferior al 2%. Elemento central es un mínimo dinamismo de la inversión. La mediana de la variación anual en la formación bruta de capital fijo es de 1,2% y 1,7% para 2022 y 2023, respectivamente: del todo insuficiente para activar a una economía que logró crecer en 2021 de la mano de los apoyos fiscales y el consumo.
De concretarse esta nublada visión, la futura administración del Presidente electo, Gabriel Boric, disputaría con el segundo mandato de la expresidenta Bachelet el récord de peor desempeño económico de un gobierno desde el retorno de la democracia. La combinación de deficientes reformas y un escenario internacional complejo explicó el paupérrimo crecimiento del período 2014-17. Dado que las expectativas indican que el planeta crecerá por sobre el 2% durante los próximos años, los agentes probablemente basen sus negativas proyecciones en las propuestas impulsadas por el Partido Comunista y otros grupos radicales de izquierda que forman parte del conglomerado que apoya a Boric.
Pero las expectativas de los agentes no solo incluyen un bajo crecimiento para los próximos años, sino también altos niveles de inflación y bajo consumo. Respecto de los precios, casi el 60% espera que a diciembre de 2022 la inflación (en doce meses) supere el 4,7%. En el caso de 2023, la mediana de las expectativas es 3,7%, también por sobre lo observado durante nuestra historia económica reciente y de la meta del Central. Todo, con expectativas sobre la tasa de política monetaria muy superiores a las observadas recientemente, incluso superando el 6% durante 2022. En cuanto al consumo de los hogares, la mediana reportada por los agentes económicos indica expectativas anuales del 2% para 2022 y 1,9% para 2023. Sin embargo, un 43,9% de los encuestados espera un crecimiento del consumo igual o inferior al 1,7% para este año, y un sorprendente 47,5% lo proyecta igual o por debajo del 1,6% para 2023.
La campaña del pacto Apruebo Dignidad estuvo centrada en la promesa de mayor bienestar. Lo propio se ha hecho desde la Convención Constitucional. Así, la ciudadanía espera resultados que son inconsistentes con las expectativas de los agentes económicos respecto de un menor crecimiento, acotado consumo y mayor inflación. De no actuar el nuevo gobierno con una diligencia y un pragmatismo que permitan generar un vuelco en tales expectativas, el Presidente electo arriesga enfrentarse al mismo drama social al que su propia campaña apeló: la frustración de una población a la que se le ofrece progreso, pero se le entrega subdesarrollo.