Son varios los críticos que han detestado la película “Don't look up”, probablemente con razón. Su metáfora básica: nos caerá un cometa encima y el mundo se acabará. La consigna es no mirar hacia arriba. La sátira (gruesa, cierto) se genera en la imposibilidad de considerar un hecho así en ningún esquema. Los científicos que descubren el cometa y su fatal trayectoria no pueden hacer entrar su relato en los esquemas de los políticos ni en los esquemas de los medios de comunicación, a los que recurren para dar la alarma. Menos todavía en los esquemas de maximización de utilidades, que subyacen en lo político y en lo comunicacional. Es, en el fondo, asunto de formatos, de lógicas autosuficientes que se bastan a sí mismas y se autoperpetúan, sin importar la magnitud de lo que dejan fuera. La risa que puede provocar a ratos es amarga, y viene de reconocer elementos de la “vida real” en ese juego grotesco. Llega a doler cuando se trata de la televisión, pero ese es solo el ejemplo más obvio.
¿Y los cambios culturales? Hay muchos que no nos gustan y no quisiéramos ver. Otra cosa es que no existan. Creo advertir un esquema transversal de pensamiento, aplicable automáticamente desde distintos puntos de vista “ideológicos”: recurrir al “deber ser” e invocar un pasado prestigioso, una tradición, como clave suficiente para entender los cambios que vivimos. Puse “ideológicos” entre comillas, como homenaje a mi diccionario favorito, escrito por Ambrose Bierce y titulado “Diccionario del diablo”: en él, “ideología” se definiría como “la creencia de un oponente”, o algo así. No digo que la tradición no tenga claves importantísimas. Digo que no las tiene todas. Recuerdo “Un cuarto propio”, de Virginia Woolf, esa escena en que aplicadamente va a una biblioteca para averiguar acerca de las mujeres, y se alegra de ver anaqueles repletos de tratados sobre el tema; se alegra hasta que se da cuenta de que absolutamente todos los libros sobre mujeres fueron escritos por hombres. El libro se publicó hace casi cien años, es cierto, pero se refiere a la tradición. Tal vez al tema le faltaba entonces un punto de vista de cierta importancia; digo, es un decir.
Hay otros esquemas transversales de pensamiento en Chile, por ejemplo, el de dictar leyes en vez de mejorar las prácticas y las costumbres; confiar en lo que será muy pronto una norma mal redactada y una costosa letra muerta. (Mi gato Sam pasó a la clandestinidad debido a una ley de la República). Pero eso da para otra columna.