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Editorial
Jueves 25 de noviembre de 2021
Decisión DC
"El falangismo parece encaminado a seguir perdiendo su identidad y relevancia".
Intensa controversia se ha generado en la Democracia Cristiana (DC), ad portas de definir en su junta nacional de este fin de semana su posición frente a la segunda vuelta presidencial. Si bien la exabanderada DC Yasna Provoste ya explicitó su apoyo a Gabriel Boric, y la timonel, Carmen Frei, luego de recibir en su casa al diputado frenteamplista, anunció que propondría a la junta declarar oficialmente el respaldo falangista al parlamentario, al interior del partido hay opiniones diversas e incluso algunas figuras han anticipado que el 19 de diciembre simplemente votarán en blanco.
La discusión se da en un momento de profunda crisis del partido, con una impresionante pérdida de apoyo y de significancia electoral. La sola comparación entre el millón 800 mil votos que la colectividad obtuvo en la elección de diputados de 1989 y los 264 mil del domingo permite apreciar la verdadera debacle experimentada en los últimos 30 años. Así, aunque la atención frente a la cita del fin de semana se centrará en la eventual decisión de apoyar a Boric y las posibles condiciones para ello, tal instancia debiera servirle a ese partido para hacer un análisis más profundo respecto de la inmensa fuga de votantes que ha experimentado.
Aunque en el mundo los partidos democratacristianos tienden a situarse en la centroderecha —en la internacional que los agrupa conviven colectividades como la CDU de Angela Merkel o el Partido Popular español—, su historia en Chile ha estado ligada a la centroizquierda, pero en la idea de ofrecer, desde el humanismo cristiano, una alternativa frente al comunismo y la izquierda dura. Es probable que la secularización de la sociedad haya incidido en su pérdida de apoyo, pero también la colectividad ha ido progresivamente perdiendo su propia identidad, en un proceso que tuvo como punto cúlmine pasar a ser un aliado del PC para conformar, durante el gobierno de Michelle Bachelet, la Nueva Mayoría. Aunque tal experiencia resultó traumática para el partido y costosa electoralmente, los esfuerzos por recuperar un perfil propio se vieron prontamente superados a partir de los hechos de octubre de 2019, cuando parlamentarios falangistas asumieron duras posiciones, en algunos casos indistinguibles de la izquierda radical, sumándose acríticamente al apedreamiento de “los 30 años”. La propia candidatura Provoste, si bien estableció distinciones programáticas con Apruebo/Dignidad, no levantó un discurso verdaderamente diferenciador, contribuyendo aún más al desdibujamiento.
A juzgar por las señales de estos días, es probable que este fin de semana la Democracia Cristiana decida apoyar a Gabriel Boric prácticamente sin condiciones, pero con ello enfrenta también el riesgo de seguir diluyendo su identidad. No marcar diferencias claras frente a una izquierda intransigente que en la última campaña denostó persistentemente a esta colectividad es una decisión no exenta de peligros ni de costos: experiencias como la de la propia DC italiana, hoy virtualmente desaparecida del mapa político, lo demuestran. Ello puede tener consecuencias complejas en un sistema tan atomizado como el chileno, donde es importante la existencia de partidos moderados que contribuyan a la gobernabilidad.