Señor Director:

Hoy día parece un cliché tildar a gobernantes que no son del gusto de ciertas tendencias periodísticas como de “extrema derecha”, así lo hace un artículo de “El Mercurio” al mencionar al Primer Ministro de Hungría, Viktor Orbán. La característica de estos calificativos gratuitos es que nunca se explican en qué consiste ese extremismo.

También, confunden, como que intencionalmente, la palabra populismo, una acepción negativa, con lo popular, que significa el consentimiento de una gran mayoría.

Viktor Orbán es ciertamente un gobernante popular, ya que fue electo en alianza con la Democracia Cristiana tres veces seguidas desde 2010, ganando siempre con mayorías absolutas y compitiendo contra más de 20 otros partidos y alianzas políticas. Si el calificativo de “extrema” se lo ponen porque no comulga con la política de Angela Merkel y sus partidarios de abrir las puertas de Europa a una migración descontrolada y que cumplió con rigor los mandatos de la propia Unión Europea por cuidar las fronteras Schengen, es un extremismo bastante sui generis. Claro que nunca se menciona que ese gobierno “populista y de extrema derecha” fue el único en Europa que plebiscitó si los húngaros estaban dispuestos a abrir sus puertas a las olas de inmigrantes. Orbán solo cumplió con lo mandatado en esa consulta popular.

Ákos Zahorán Széchényi