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Editorial
Jueves 14 de octubre de 2021
Boric y los tratados comerciales
"El pacto Apruebo Dignidad parece querer alejarse de cualquier política de los '30 años', independientemente de su éxito".
Gabriel Boric, el candidato del Frente Amplio y el Partido Comunista, afirmó recientemente que, de acceder a la Presidencia, los tratados internacionales de comercio firmados por Chile “serían revisados”; ello, “no para hacer borrón y cuenta nueva”, sino para ver si las condiciones que contienen “pueden ser desventajosas”. Tal planteamiento debe entenderse a la luz del programa que el postulante presentara originalmente y luego bajara de su página web, pero que en esta materia ha sido ratificado con énfasis por quien fuera derrotado, el alcalde Daniel Jadue (PC). Además, las propuestas que aún pueden encontrarse en la referida página reproducen la misma idea.
Así, se caracteriza a la política exterior que impulsaría Boric como “turquesa”, una mezcla de verde y azul, por su énfasis en la lucha contra “la crisis climática y ecológica global” y la “protección del océano”, respectivamente; agrega además que será “feminista, inclusiva, antirracista, descentralizada y participativa”. En ese contexto, “se revisarán los procesos de evaluación y suscripción de tratados comerciales” para permitir procesos de “participación ciudadana”, donde los planteamientos que surjan de los gobiernos locales y regionales y de los pueblos originarios serán “vinculantes”. Además de revisar si los tratados comerciales actualmente en vigencia se ajustan a las mencionadas características de la nueva política exterior, se evaluará si están en línea con “los tratados de derechos humanos y los procesos de integración latinoamericana que se lleven a cabo”, pues se “evaluará solicitar el ingreso al Mercosur como Estado miembro pleno”. En particular, el escrutinio se aplicará al TPP11, que Chile suscribió y el Congreso aún no ratifica. Algo similar ocurrirá con las opciones que haya para nuevos tratados.
Lo anterior se aparta radicalmente de la política de comercio exterior que Chile ha llevado a cabo exitosamente durante más de 35 años, en los que suscribió tratados comerciales con numerosos países e importantes conjuntos de naciones, impulsando un modelo exportador que no solo se ha concentrado en la minería, sino también en la agricultura y agroindustria, en la ganadería y sus derivados, en la pesca, la salmonicultura, la industria forestal y de celulosa, entre otras. El interés del programa de incorporarse al Mercosur, algo que Chile rechazó en varias ocasiones, a pesar de haber sido invitado, es indicativo de la distinta filosofía con la que Boric aborda el tema del comercio exterior, privilegiando el carácter latinoamericano de un pacto que representa una forma antigua de fomentar el comercio internacional, sometido además a enormes tensiones internas por los magros resultados que ofrece frente a las expectativas que sembró.
Pareciera que el conglomerado asociado al FA-PC quiere alejarse de cualquier política desplegada durante los llamados “30 años”, independientemente de su éxito. Con ello no solo pone en riesgo los empleos que esa política ha generado, sino que además lo haría en un momento en que las dificultades a las que va a estar sometida la economía del país serán enormes. Ocho excancilleres han hecho ver los inconvenientes que tendría revisar los acuerdos comerciales y suspender los procesos de asociación vigentes, como la modernización del acuerdo con la Unión Europea.
Más preocupante aún es el planteamiento de dar carácter vinculante a las opiniones en esta materia de los gobiernos locales y regionales, y las de los pueblos originarios. Ello abre el espacio para controvertir y bloquear cualquier tratado a partir de objeciones que privilegien intereses particulares por sobre el interés general. Es precisamente por eso que los tratados de comercio han sido históricamente abordados como una política de Estado, haciendo un correcto y completo balance de costos y beneficios para el país como un todo.
Esta propuesta del programa de Boric —que en este punto presenta una inquietante semejanza con el discurso de figuras ubicadas en sus antípodas políticas, como el expresidente Donald Trump— eleva los riesgos, aumenta la incertidumbre y siembra una enorme duda respecto de la salud económica que encarna su mirada de futuro.