Francis Cagigao tiene un plan. Más bien dicho, debe tener un plan, porque de otra manera no se entendería que el español-inglés que estuvo 24 años en el Arsenal se haya venido a este rincón del planeta para asumir una gerencia técnica. Pero todo toma su tiempo de adaptación, se le escapó la tortuga con misiones importantes y, sobre todo, nadie conoce su plan.
El asunto es serio porque todos queremos conocer el plan y porque, hay que asumirlo, siempre hay un plan. Sería absurdo e imposible que no lo hubiera, porque hasta cuando anduvimos a la deriva, plan siempre hubo. Cada técnico que ha pasado por la selección dejó un informe que, acusan, nadie leyó. Y la biblioteca de los informes en Juan Pinto Durán debe almacenar, calculo, unos ciento veinte ejemplares. Hay un diagnóstico severo, muchos datos y mediciones y el diseño de un camino que nadie jamás siguió. Y que los sucesores ni hojearon, para no perder el tiempo.
Dejan todos los que pasan, por supuesto, un plan, que es más o menos el mismo: hacer centros regionales, trabajo de captación, asesoría a los clubes en nivel formativo, selecciones unificadas y estratificadas para conseguir la alquimia y la piedra filosofal: un estilo único para el fútbol chileno. Es fácil hacer un plan. O, si usted es más académico y le gusta la trascendencia, le puede llamar “proceso”. Siempre hay un proceso; lo que no se sabe es si es bueno o es malo, si sirve o no sirve, si lo ejecutan las personas adecuadas, pero —créanme aunque sea por viejo— siempre hay un proceso. Al INAF no le interesan estos temas porque transitan entre el modelo de negocios y el diccionario para definirlo todo, como la diferencia entre control orientado y control dirigido.
El problema de Cagigao es que tenemos la certeza de que tiene un plan, pero nadie lo conoce porque no ha estimado necesario darlo a conocer, lo que lleva a otro problema, denunciado en estas páginas por Carlos Caszely: nadie conoce a Cagigao. Ya sea por desprecio al medio, por desconfianza al periodismo o por temor a la xenofobia de los entrenadores locales, el proceso de Cagigago se ha quedado en el mínimo exigible: nombrar entrenadores para las selecciones juveniles, anunciar —y sólo anunciar— centros regionales y apuntar a descubrir y canalizar los talentos jóvenes, que es donde topan todos los planes porque ahí aparecen los empresarios, y los dirigentes de clubes (que por estos días son la misma cosa), los técnicos capacitados que tienen un plan mejor y, por supuesto, los costos de toda la operación, porque como la generación dorada ya no da caldo, los recursos no son los mismos. Y si los hay, los clubes los piden para ellos, y no para andar haciendo planes.
Otro día hablaremos el plan de Luis Roggiero, que lo tiene, pero nadie lo sabe. Y que debe ser trabajar con las divisiones inferiores de la U para tener un estilo único y establecer centros regionales para la captación de talentos. Pero Roggiero, como Cagigao (¡tanta g en los planes del fútbol chileno!) no se deja ver, por lo que no sabemos si valora que el goleador de su equipo tenga 37 años y haya que renovarle con urgencia. Habrá que esperar a que llegue, que haga la cuarentena, se adapte y quiera hablar del tema con alguien más que sus misteriosos y desconocidos jefes.
Y ese sí que es todo un plan.