Señor Director:
En el libro “La Nueva Élite” (2014) anticipamos la inminencia de un conflicto social (que fijamos en 2020) y la necesidad de generar una nueva Constitución, aportando una metodología basada en la teoría evolutiva cultural para desarrollar el nuevo texto. El título del libro refiere a que los emergentes de la nueva élite serían los constituyentes, desplazando a la antigua élite en decadencia, no solo como un recambio de personas, sino también en su forma de gestación más allá de las castas.
En su columna “¡Cambalache!” (9 de septiembre), Cristián Warnken alude a un rápido desgaste de una parte de esa nueva élite (que proviene de los sectores más activos del conflicto social), debido a su, digamos, mal comportamiento, una vez instalados como parte de la Convención Constituyente. Las actuaciones son condenables, pero generalizar a partir de ellas inhibe la granularidad del análisis. Si instalamos el concepto de “nueva élite” anclado a malas prácticas de una parte de un grupo específico, pero no sistemáticas de la Convención, podemos caer en una nueva forma polar de enfrentar el debate.
Estimamos que el rápido deterioro de la imagen y confianza en la Convención deriva —en parte— de su mecanismo de gestación. En “La Nueva Élite” propusimos que buena parte de los constituyentes fueran elegidos por azar, de modo de garantizar una alta participación de independientes, “pares” de los ciudadanos que convivirán bajo el nuevo marco constitucional, para ampliar la base de representación y neutralizar en parte la predominancia de militancias activas y sus paradigmas doctrinarios. Así se hizo para diferentes iniciativas en Islandia (nueva Constitución), Francia (políticas de cambio climático) e Irlanda (políticas regionales), con el aporte adicional de académicos y expertos. No necesariamente —y sabemos que es polémica esta afirmación— quienes canalizan un conflicto social latente mediante la expresión popular que lo visibiliza son los llamados a liderar la redacción del texto para una nueva convivencia que intente superarlo. La elaboración del texto sobre la convivencia de todos se enriquece con la representación de quienes no fueron activos en el conflicto, pero que también han sufrido las condiciones de vida que lo incubaron, como mostramos en nuestro libro “Invisibles” (2020).
Ahora, ya instalada la Convención en las condiciones y forma que conocemos, un diseño metodológico de debate con facilitación, que permita nuevos niveles de conversación generativa y no de trincheras, sería un aporte para morigerar las distancias y resquemores de esta polémica partida, que muestra la dificultad de superar las lógicas polares de la vieja élite.
Pablo Reyes A.
Daniel Fernández K.