Martín Lasarte fue, quizás, el mayor perjudicado tras la horrible expedición de Chile en las tres fechas eliminatorias y que deja a la Roja muy cerca de la despedida mundialista.
No es una exageración.
El DT uruguayo perdió credibilidad interna y externa, lo que, sin duda, lo pone en una posición desmedrada de cara a lo que resta de la competición. Hoy, a diferencia de lo que pasaba hace un par de semanas, cuando el entrenador aparecía como la persona que podía enrielar una escuadra carente de conducción, Lasarte es un elemento esencial en la fuerte caída del nivel futbolístico del equipo y también del ambiente enrarecido que se conformó tras los últimos partidos de Chile rumbo a Qatar.
Y en ello no solo han tenido que ver sus decisiones en la preparación y puesta en escena del equipo. También su liderazgo está en entredicho por razones que exceden a la competividad de la escuadra.
Hay antecedentes que bien vale la pena revisar.
El primero tiene que ver con la fallida incorporación del atacante Robbie Robinson. Es verdad que la responsabilidad mayor de esta teleserie de segunda debe recaer en el director deportivo Francis Cagigao (un funcionario que hasta ahora no ha dado muestras de idoneidad para el cargo). Pero Lasarte debió tener una participación más decidida para que el jugador afianzara su convicción al integrarse a los trabajos y no provocara una innecesaria crisis interna.
No es todo en materia de liderazgo.
Lasarte, como es su función hacerlo, determinó las variantes tácticas que él pensaba necesarias de acuerdo a los rivales y al contingente con el que contaba para cada partido. Pero en todos quedó la sensación de que no logró traspasar en los jugadores esos idearios. Ante Brasil, y en especial frente a Ecuador, se reflejó en los futbolistas cierta contrariedad por el hecho de que, a pesar de que hubo momentos para arriesgar un poco más, el DT optó por mantener el módulo de estabilidad para no perder. Con los brasileños, si bien en el primer tiempo hubo intención ofensiva, nunca se renunció a la máxima seguridad. Y frente a los ecuatorianos fue evidente que Lasarte sacó la calculadora antes de apostar al triunfo cuando Chile se quedó con uno más en la cancha.
En el partido ante Colombia —desastroso desde todo punto de vista—, la poca complicidad de los jugadores con Lasarte fue obvia en la conformación táctica exhibida. El equipo chileno se vio incómodo desde el inicio, sintió que el rival lo superaba con extrema facilidad y la evidente orfandad de Morales junto a la insólita posición y función de Vidal denotó más una apuesta fallida que una sólida conformación a partir de criterios comunes entre el DT y sus dirigidos.
Para terminar, que Lasarte haya decidido sacar a Morales en el segundo tiempo siendo él el único atacante de área y reemplazarlo por Jiménez, quien juega fuera de ella, cuando se fue a buscar el empate, pone en duda la claridad estratégica de Lasarte.
Claro, el DT no fue el único responsable de la triple jornada de horror de Chile. Fue un factor más. Un eslabón de la cadena. Pero parece demasiado obvio que hoy justamente lo que se requiere es que el líder, al menos, tome bien fuerte las riendas.