“Voy a escribir una novela de mil hojas, explicándoles cómo hacer para repartir mis bienes una vez que me haya ido. Solo así me ahorraré problemas post mortem. Ellos harán lo mismo con sus hijos, pues son savia de mi savia. A esas alturas, solo seré el recuerdo simpático de alguien arraigado que contaba historias. Muchas nubes habrán pasado, no sé si existirá mi conciencia en ese momento, no me preocupa la muerte. Por eso ahora hago lo que hago, y tú lees lo que lees: esto que estoy escribiendo es el único y verdadero testimonio de que algún día alguien como yo dio a luz estas ideas y fue víctima de preguntas indomables. Cuando el cáncer haga suyo mi cuerpo, dichos aires volverán a mi mente para otorgarme una despedida, y si no tengo una respuesta convincente, será el adiós, y mis jugos alimentarán a los alacranes, y fertilizarán las arenas para dar vida a nuevas generaciones que jamás sabrán de mí, ni querrán levantarme de la muerte. Y mi savia formará parte de ese panteón infinito que es el desierto”.
Quien así se expresa al comienzo de Nonato, primera novela de Williams Arévalo (1983), es un innominado protagonista, a quien apenas conoceremos, pues la composición del volumen está redactada a la manera de un sueño sobresaltado, frenético, aunque de ninguna manera sin lógica alguna, como sucede en las fases oníricas, pues, como lo diremos más adelante, el héroe de Nonato es dado a fantasear día y noche, en una suerte de desvarío permanente.
Arévalo, quien se educó en el norte y luego en Santiago, manifestó un precoz interés por la literatura y la narrativa, en especial, desde niño, sobresaliendo por sus incipientes dotes en las humanidades. Arévalo es ingeniero industrial, pero, mucho antes, mientras completaba su educación media, había pergeñado cuentos y otro tipo de crónicas que daba a conocer a sus cercanos y familiares. Ya en su período en la enseñanza superior abrigó la expectativa de ejercer el oficio de escritor. Tras egresar de Ingeniería, ha llevado a la pluma una extensa diversidad de ensayos, relatos y proyectos del género prosístico mayor que han permanecido inéditos. Asimismo, ha sido miembro de talleres literarios, ha logrado publicaciones y antologías en el Centro Cultural Balmaceda Arte Joven y en la Sociedad de Escritores de Chile. Nonato ha sido laborada durante dos años para entregarnos esta, su ficción inaugural.
Nonato plantea un dilema que nos ha acechado desde tiempos inmemoriales: cómo se comportaría uno, si la persona que te concibió se desvanece, se esfuma y en vez de ella, surge un falsario, volviéndote ciego, hasta el punto en que anhelas no respirar. Así, es inevitable preguntarse cómo se actuaría en el caso de que este doble te impulsara hacia un abismo; si existe huida posible ante tal perspectiva, o bien si este rito constante con la vida y la muerte es interminable. Estas y otras preocupaciones son planteadas por Arévalo de manera turbulenta, mediante flashes y otros recursos que vuelven promiscuo el contenido de Nonato, invitándonos a participar de una historia compleja en la que debemos sentarnos junto a una muchedumbre de personajes y giros verbales que proceden de antaño, que consumen el tiempo presente y lo que denominamos realidad.
Al respecto, el propio Arévalo, la voz del héroe en primera persona, aclara que Nonato carece de rasgos autobiográficos y aquí se encuentran Dante, el Antihermano del narrador (ambos tienen la misma madre, pero diferente padre) y los otros. Dante recibe una considerable herencia, mientras, quien nos cuenta la intriga padece un cáncer incurable, que en forma minuciosa y bajo heterogéneas ópticas, se describe detalle por detalle, incluyendo aspectos nauseabundos, en los que Arévalo parece solazarse. La amante de Dante, a quien conocemos como la pelirroja, es deseada por el actor principal, quien desarrolla una obsesiva afición por la pornografía, aspecto que torna algunas páginas de Nonato en algo que, en vez de perturbar, produce una dosis de aburrimiento.
Dante dirá que el texto de Nonato es una estafa, aun cuando se equivoca, puesto que estamos ante un tomo que conforma una metáfora acerca de su desaparición, que su hermano desea: aunque erróneas, esas construcciones ficticias jamás son mentiras. En este sentido Nonato, es una persona dotada de fuerza visionaria.
Para ser un debut, Nonato es un título encomiable, con pasajes acertados. Los problemas que presenta son inevitables: verbosidad, confusión, mezcolanza de episodios y personajes, gusto por descripciones geográficas —por lo general admirables— y un tono opaco. Su significado, difícil de precisar, se encontraría en esa víctima de preguntas indomables sobre las que reflexiona el autor.