Bernardo O'Higgins —cuyo natalicio conmemoramos hoy— es una figura que, junto a otros próceres, representa el comienzo de nuestros tiempos en libertad como nación y república, aquella que se forjó en un largo, sinuoso y conflictivo proceso, desde que la patria iniciaba la búsqueda de un orden que garantizara a todos, sin distinción, las mismas oportunidades y derechos, requiriendo de sus ciudadanos solo sus talentos, aptitudes, disposición y vocación de servicio a los demás.
Es así como en marzo de 1817, al fundar la Escuela Militar, uno de los criterios fundamentales que el general O'Higgins estableció para garantizar la idoneidad de quienes quisieran integrar las filas institucionales fue el “mérito”. Ello se confirma en sus palabras al momento de crear el instituto matriz: “Para ser oficial no se exigen más pruebas de nobleza que las verdaderas que forman el mérito, la virtud y el patriotismo”.
El carácter de estadista que mostró el Padre de la Patria, marcado por su convicción en la tarea de sembrar las ideas de libertad y progreso, lo llevó a exteriorizar su preocupación por las organizaciones fundamentales de la incipiente república, concibiéndolas a partir del mérito como atributo esencial requerido para quienes las integraran.
Inspirado en esos criterios, abolió los títulos nobiliarios y dispuso la eliminación de los escudos de armas. Acto seguido, instauró la Legión al Mérito, con el objetivo de premiar los servicios prestados a la nación, y en el mismo sentido, en 1818 crea la “Sociedad de Amigos de Chile”, destinada a impulsar el desarrollo del país en materias como la industria, comercio, minería y educación, estableciendo en sus estatutos que el título de socio solo se debería “al mérito y patriotismo de los sujetos y no a su clase social, grado o empleo”.
En sintonía con ese pensamiento, el presente año el Ejército de Chile ha puesto en funcionamiento en sus escuelas matrices un nuevo sistema de formación para los oficiales y suboficiales, en el entendido de que la educación de sus hombres y mujeres, en los niveles formativo, técnico-profesional y superior, responda a una visión de futuro que se exprese en una preparación acorde con los desafíos que deberán enfrentar.
Es así como la formación de oficiales durará cinco años. Los cuatro primeros en la Escuela Militar, y consideran, entre otros aspectos, la reformulación de la línea de formación científico-tecnológica, pasando de 432 a 912 horas lectivas como mínimo, pudiendo alcanzar las 1.628 horas en una malla curricular flexible y escalable que permitirá al futuro oficial, además de su especialización profesional militar, optar a una mención en logística, administración o educación, para posteriormente cursar un año más en las respectivas escuelas de Armas y Servicios, que les entregan el adiestramiento para integrar la Fuerza Terrestre.
Por su parte, el período de formación de los alumnos de la Escuela de Suboficiales aumenta de dos a tres años, lo que representa un incremento de 1.552 a 3.536 horas lectivas, así como un aumento de 20 a 32 unidades de aprendizaje. Este plan también se hace cargo de ofrecer una atractiva opción de ingreso para aquellos jóvenes chilenos que ya poseen un Título Técnico de Nivel Superior en las áreas de Finanzas, Enfermería, Veterinaria, Mecánica Automotriz, Administración y Gastronomía.
Creemos firmemente que estas y otras iniciativas asociadas —como la implementación de un “sistema único de admisión” para ambas escuelas— marcan la senda correcta, colocando a la institución en una posición acorde con los requisitos exigibles a una organización actualizada e integradora, que ofrece una real alternativa profesional para cualquier joven chileno que sienta interés por servir a Chile desde el Ejército.
A 243 años de su nacimiento, la vocación republicana del general O'Higgins mantiene plena vigencia entre los chilenos y por cierto en el ejército que él contribuyó a formar. Su herencia se conserva en nuestra institución, no solo en eventos de rememoración histórica u otros de importante simbolismo, como el que representa la entrega de una réplica de su espada al investir a los suboficiales mayores, los alféreces y los generales, sino que muy especialmente en aquellas otras iniciativas que —como el sistema único de admisión aquí comentado— buscan responder al legado de mérito y patriotismo que el padre de la patria personificó, para continuar haciendo del Ejército de Chile una institución que se debe a la República y que pertenece a todos los chilenos, sin excepción.
Ricardo Martínez Menanteau
General de Ejército
Comandante en Jefe