Han terminado los JJ.OO. Una verdadera fiesta del esfuerzo, la disciplina, la solidaridad, la estética. Toda la tierra unida en torno al cultivo del cuerpo en el marco de una sana competencia. Un espectáculo del cual la violencia está absolutamente ausente. ¡Qué contraste con otras manifestaciones multitudinarias de ocurrencia frecuente en nuestro continente latinoamericano, como protestas, estallidos sociales o actos terroristas de cualquier bandera!
La organización que ha ofrecido Japón ha sido impecable. La TV ha permitido admirar también la belleza de sus ciudades y paisajes, el orden, la limpieza y la perfección de sus instalaciones deportivas, así como su insuperable tecnología. Y todo esto en un país que hace solo 76 años sufrió la destrucción más grande que haya padecido en la historia nación alguna. ¡Y ahora ver a Japón transformado en la tercera potencia económica mundial, pero también en la tercera en el deporte!
El desempeño de nuestro país ha sido extremadamente modesto. Estos resultados merecen una reflexión, porque en otros parámetros no estamos tan mal. Así, Chile ha sido un ejemplo en el manejo de la pandemia: el número uno del mundo en porcentaje de habitantes vacunados y con una mortalidad relativamente baja. Chile es uno de los países que más ayuda social han entregado durante la crisis y la situación económica se mantiene, hasta aquí, mucho mejor que en el resto de Latinoamérica y que en buena parte de los países desarrollados. Y, sin embargo, en deporte hemos sido un fracaso, salvo algunas excepciones, como el golf, por ejemplo.
¿Qué factores podrían explicar este fenómeno? El número de habitantes no parece ser un elemento determinante, por cuanto países más pequeños como Nueva Zelandia (cinco millones) y Jamaica (tres millones) han obtenido 20 y 9 medallas, respectivamente. Tampoco la riqueza, porque China y Rusia tienen un ingreso per cápita anual inferior al nuestro (US$ 10.200 y US$ 11.500 contra US$ 14.900 de Chile) y, sin embargo, ellos obtuvieron 88 medallas el primero, 71 el segundo y nosotros, ninguna.
Para encontrar la razón de estas diferencias es necesario reflexionar sobre la esencia del deporte. Su origen se remonta a la Grecia Clásica y constituyó desde un principio, junto a la música, un elemento esencial de la “paideia” o educación. De hecho, el gran helenista alemán Werner Jaeger (1933-1957) habla del período “músico-gimnástico” en la Grecia Homérica, con lo que está aludiendo a una educación basada en el cultivo del espíritu, por medio de la música y del cuerpo, por medio del deporte (p. 783). La educación del espíritu era inseparable de la educación del cuerpo. La importancia del deporte para los griegos se puede dimensionar en el hecho de que los Juegos Olímpicos se inauguraron en el año 776 a. C. y se suspendieron recién en el 393 d. C., vale decir, duraron 1.169 años.
En la educación de los niños y de los jóvenes se le daba también una especial importancia al desarrollo de las virtudes. Sobresalía entre ellas la “enkrateia”, la capacidad de conocerse y controlarse a sí mismo, de aprender a dominar los instintos y también el cuerpo. Esta virtud corresponde en cierto modo a lo que se entendió después como disciplina, fundamental para poder practicar tanto la música como el deporte. Una razón de nuestro fracaso deportivo podría ser entonces el abandono de la disciplina como virtud. Ejemplos de esta falta de “enkrateia” sobran: el descontrol, la falta de respeto y la violencia mostrada en marchas y manifestaciones, las “tomas” y destrucciones de colegios y universidades, etcétera.
La otra razón podría ser el alto consumo de marihuana. Según datos de la OMS, la prevalencia del consumo en Chile a nivel de población general es muy superior al resto de Latinoamérica, 28,1%, mientras Uruguay —donde esta droga está legalizada— tiene 18,9%, Argentina 4,6%, Brasil 3,4% y Perú 2,6%. Además, triplicamos el consumo de los países europeos. El consumo en los jóvenes es mayor aún: a nivel escolar llegó a 34,2% en 2017 (disminuyendo por primera vez en 2019 a 26,8%) y a nivel universitario alcanzó el 57,4% (Senda, 2019). Ahora, ¿de qué manera afecta el consumo de marihuana la capacidad deportiva? Muy simple: la marihuana daña los lóbulos frontales, donde radican, entre otras, las funciones de ejecución y planificación, justamente aquellas que son indispensables para realizar un deporte en buena forma.
No veo ninguna posibilidad de progresar en el deporte mientras no cambien los hábitos de la juventud, pero también las políticas educacionales.
Otto Dörr
Academia de Medicina del Instituto de Chile