Uno de los test más obvios con que cuenta la ciudadanía a la hora de hacer el escrutinio de quienes ejercen cargos públicos, es lo que pudiera llamarse un principio de consistencia, es decir, que el enunciado que se pronuncia hoy no resulte contradictorio con el que se pronunció ayer. Se trata de un principio muy poco exigente, puesto que no alude al contenido de lo que se dice o hace, sino a su coherencia.
La presidenta de la Convención Constitucional, Elisa Loncón, acaba de transgredirlo.
Preguntada si acaso iría a votar, dijo que no. Y la razón parecía impecable:
“Mientras esté en el cargo de presidenta de la CC —escribió en su cuenta de Twitter— mi opción es generar un ambiente de diálogo junto a todas las fuerzas sociales y políticas, por lo que hoy me abstendré. Que sea una gran jornada para la democracia que construyen los pueblos”.
Si alguien dudaba de la neutralidad con que la presidenta Loncón ejercería el cargo, ese mensaje le obligaba a arrepentirse. El mentís era elocuente. Ella declaraba abstenerse de votar para favorecer el diálogo “junto a todas las fuerzas sociales y políticas”. Así, al no votar renunciaba a todo espíritu partisano y favorecía la deliberación entre todos.
Eso era lo que una lectura deferente de ese mensaje permitía concluir.
Concluida la primaria, sin embargo, su cuenta de Twitter contenía un mensaje que contradecía el anterior. En él ella manifiesta su alegría por la “gran jornada democrática” y manifestaba su anhelo de seguir “construyendo un Chile plurinacional, paritario y q (sic) defienda a la Mapu”. Y en la parte medular decía:
“Felicito a G Boric y agradezco sus palabras de apoyo a la CC. Saludo también —agregaba— a D Jadue y su llamado a la unidad”.
En un mensaje (antes de la elección) declara abstenerse para favorecer un ambiente de diálogo “junto a todas las fuerzas sociales y políticas”; en el otro (luego del conteo de votos), felicita a los competidores de una sola de esas fuerzas, revela explícitamente su preferencia y abandona la abstención.
La inconsistencia es obvia.
Pero hay una manera de evitarla.
Consiste en concluir que, a juicio de la presidenta Loncón, la expresión “todas las fuerzas sociales y políticas” cuyo diálogo ella quiere favorecer (según declaró en su primer mensaje) no incluía en modo alguno a la derecha que representa Sichel. Ello explicaría que no hubiera felicitado a este último y a sus competidores, a pesar de que ellos, hasta donde se sabe, también participaron en la “gran jornada democrática”. Pero si es así, entonces no era la participación en la “gran jornada democrática” lo que ella celebraba, sino el triunfo de una de las opciones en competencia.
El problema con esa explicación es que revela la forma errada en que ella cree que debe conducir la Convención: favorecer el diálogo solo entre una parte de las fuerzas sociales y políticas.
Y eso salva la contradicción de sus mensajes, pero revela una contradicción con su deber.
Porque, mal que pese, el deber de quien preside la Convención es favorecer y estimular el diálogo entre todas las fuerzas sociales y políticas, sin excluir a ninguna, puesto que esa es la única manera en que el resultado del proceso obligue a todos. Esa es la diferencia entre un convencionista y la presidenta de la Convención. El primero, sea del lado que sea, tiene el deber de abogar por su punto de vista; la segunda, el deber de que todos se expresen y dialoguen entre sí. Pero al declarar de manera implícita en sus mensajes que “todas las fuerzas sociales y políticas” cuyo diálogo quiere estimular y favorecer no incluyen a la derecha, la presidenta está revelando un punto de vista partisano en la comprensión de la tarea que está llamada a cumplir.
Así no cabe sino concluir una de dos: o la presidenta se contradijo o confiesa que ejerce el cargo con espíritu partisano.
Ninguna conclusión es muy alentadora para quienes creen que la Convención requiere estimular el diálogo entre quienes piensan distinto y no solo entre quienes son vecinos.
Carlos Peña