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Editorial
Jueves 22 de julio de 2021
Horas decisivas
Unidad Constituyente debiera acelerar sus definiciones y su propuesta al país.
Las recientes elecciones primarias han cambiado el escenario electoral. Los triunfos de Gabriel Boric y de Sebastián Sichel, impensados hasta hace pocas semanas, han alterado las proyecciones. Y si bien quedan interrogantes sobre qué harán los sectores más extremos a ambos lados del espectro, una incógnita de no menos trascendencia es lo que ocurra en la ex-Concertación (hoy Unidad Constituyente).
Desde ya, ha quedado claro el fuerte costo que le significó su ausencia de las primarias legales, cuya cobertura, sumada a la franja de propaganda televisiva, permitió desplegar abundantemente las ideas de cada pacto. Pero, incluso más allá de la pérdida de presencia mediática, la no participación privó a la centroizquierda de un mecanismo legitimado para resolver una candidatura única que represente a ese sector en la presidencial de noviembre. Peor aún, los resultados de esa primaria le han dejado poco espacio para levantar una propuesta competitiva.
Respecto del mecanismo de elección, recién el viernes se zanjará si la presidenta del Senado, Yasna Provoste, asumirá efectivamente la candidatura DC. Pero, si bien las señales anticipan una respuesta afirmativa, aún permanece sin resolverse la fórmula por la cual Unidad Constituyente determinará una candidatura única. Hay sectores que plantean que debe primar el pragmatismo y forzar la renuncia de las otras postulaciones de la coalición (el radical Carlos Maldonado y la socialista Paula Narváez), asumiendo su bajo apoyo en las encuestas, mientras otros insisten en la necesidad de realizar “primarias ciudadanas” en un plazo breve.
Cualquiera sea la fórmula, tendrá costos. En la política actual la participación ciudadana en la nominación de candidaturas presidenciales se ha tornado cada vez más esencial; la idea de una definición en virtud de un acuerdo cupular resulta especialmente resistida en tiempos de máximo descrédito de los partidos. Sin embargo, una primaria “ciudadana” no solo no contaría con los beneficios de las primarias legales (financiamiento, logística y propaganda televisiva), sino que, en parte por eso, difícilmente lograría una convocatoria parecida a la registrada el pasado domingo.
Pero, además, la postulación de Unidad Constituyente enfrentará un problema de posicionamiento, toda vez que la bandera del “socialismo democrático”, concepto largamente repetido en las últimas semanas, pierde fuerza cuando el candidato de la izquierda más dura no es comunista. Aún más, ha sido la propia centroizquierda la que durante los últimos años —y en particular a partir de octubre de 2019— ha abandonado su propio espacio, mimetizando parte de sus propuestas y discurso con los sectores más radicalizados. Le resultará, entonces, difícil mostrar una diferencia clara con la izquierda radical. En especial, no es descartable que una parte del electorado socialista se alinee con Boric antes que con la carta de la centroizquierda.
Aun así, con todos esos dilemas, los partidos de Unidad Constituyente debieran acelerar sus definiciones y su propuesta al país, intentando recuperar —aunque sea parcialmente— el tiempo y espacio perdidos, de forma de brindarles a los electores de centro y centroizquierda una alternativa que conecte con los valores democráticos propios de ese sector.