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Miércoles 21 de julio de 2021
BC advierte que la pandemia podría dejar secuelas permanentes en el empleo femenino
Impacto en la pobreza, la productividad, empleabilidad y remuneración de las mujeres y en la economía en su conjunto.
La pandemia ha dejado una profunda huella en el mercado laboral y su recuperación ha sido igualmente compleja. Según datos del INE, en el peor momento de la crisis (mayo-julio 2020) se destruyeron 1,8 millones de empleos y a la fecha (marzo-mayo 2021) se han recuperado 967 mil.
El deterioro es aún más profundo en el empleo femenino: en el punto más crítico de la pandemia se perdieron 899 mil puestos y a la fecha, solo se han recobrado 395 mil, cifra que contrasta con el mercado laboral masculino, que vio la destrucción de 938 mil puestos y lleva recuperados 572 mil.
Dicho de otra forma, si la ocupación general cayó 20,62% en 12 meses, la masculina lo hizo en 18,35% y la femenina en 23,67%.
En ese marco es que ayer el Banco Central expuso ante la comisión de Hacienda del Senado los detalles del análisis esbozado en el último Informe de Política Monetaria, con el impacto de la crisis sanitaria en el empleo femenino, que había sido solicitado por los propios senadores. En la instancia, el presidente del BC, Mario Marcel, puso sobre la mesa las razones y los riesgos de que la salida de mujeres del mercado laboral se convierta en algo permanente.
Sobre las razones, detalló que la demanda de dedicar mayor tiempo al cuidado del hogar es una de las principales causas de la caída de la participación laboral femenina, donde influyen decisiones familiares, pautas culturales y se suma la suspensión de servicios educacionales y de salud, que impacta tanto en la demanda de mano de obra femenina —con pérdida de puestos de trabajo— como de oferta, porque las mujeres se retiran del mercado laboral.
Por lo mismo, fue tajante en alertar que “el grueso del rezago en la recuperación del empleo hoy está concentrado en las mujeres. La velocidad y la forma en que las mujeres vayan reincorporándose al mercado del trabajo va a determinar en buena medida el desempeño del mercado del trabajo y de la economía en la recuperación”.
En este punto, Marcel matizó que según edad y tipo de hogar el impacto varía: en mujeres no jefas de hogar es el cuidado de menores de edad el principal factor, mientras que en hogares monoparentales o donde son jefas de hogar, el foco se ha centrado en generar ingresos y compatibilizar los cuidados del hogar, lo que se traduce en trabajos esporádicos, de jornada reducida o informales. Asimismo, el retorno de mujeres jóvenes ha sido más veloz que en las mujeres mayores.
Esta mayor responsabilidad en los cuidados del hogar se ha traducido en un alza relevante del trabajo doméstico de cuidado no remunerado (TDCNR). En cifras, el Banco Central detalló (con datos ajustados a la Casen 2017) que si en 2015 este tipo de labores tenía una participación en el PIB ampliado de 20,8%, donde el 14% correspondía a las mujeres, esa cifra se elevó en 2020 a 25,6%, donde el 17,5% es trabajo no remunerado femenino.
Esto, explicó Marcel, tiene eco en el registro de inactividad habitual, donde las personas no buscan trabajo, pero tampoco están disponibles, por lo que su reinserción laboral resulta más difícil.
Así, “la situación actual de menor participación laboral femenina y aumento de la inactividad habitual, implica un riesgo de pérdidas de capacidad en el mercado laboral que podría ser de carácter más permanente”, enfatizó.
¿Qué consecuencias? Marcel mencionó varias. Sobre la pobreza, por la alta proporción de hogares en situación de pobreza encabezados por mujeres, en que un alejamiento prolongado del trabajo remunerado “genere pérdidas de capital humano para las mujeres, afectando su empleabilidad, su productividad y sus remuneraciones futuras”, y en el agotamiento de ahorro femenino, considerando que “más del 60% de los afiliados que quedaron con fondo cero en sus cuentas de capitalización individual son mujeres”, sentenció.
Sumado a lo anterior, hay efectos macro. El BC prevé una recuperación gradual de la participación laboral femenina, estimada en 0,1% del PIB. Si ello no se produce, el crecimiento tendencial de los próximos 10 años bajaría desde un 2,9% promedio anual del PIB no minero a 2,8% y complicaría “la materialización de un crecimiento tendencial”.
Así, concluyó, “desde el ángulo que se tome, de equidad de género, social como riesgo de pobreza o económico con la recuperación de la economía chilena y la capacidad de crecimiento en el largo plazo, tenemos que preocuparnos de lo que está ocurriendo en el mercado laboral de las mujeres y de que las políticas públicas sean capaces de apoyar una reinserción laboral y reconocer el trabajo doméstico no remunerado”.