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Editorial
Miércoles 21 de julio de 2021
Las encuestas ante las primarias
A juzgar por el asombro y el desconcierto, pareciera que estamos en penumbras respecto de las ideas que prevalecen en el país.
Amplios sectores del país, incluidos muchos dirigentes de partidos, se han mostrado sorprendidos por los resultados de las elecciones primarias recientes. No obstante, no se han producido resultados estrechos, sino más bien contundentes diferencias entre los candidatos ganadores y el resto de los postulantes. Por cierto, parecería en principio fácil para un encuestador anticipar resultados como estos, pues, en un caso, Gabriel Boric obtuvo un 60 por ciento de los votos versus un 40 de su rival, y en el otro, con cuatro candidatos, el triunfador, Sebastián Sichel, recibió cerca de la mitad de las preferencias, quedando la otra mitad para los otros tres postulantes. No obstante, pese a la magnitud de estos números, los analistas se refieren a un desenlace sorpresivo.
En rigor, si se ha producido un resultado inesperado, se debe, únicamente, a la contradicción entre esas cifras y las que hasta hace unos días mostraban las encuestas. Más allá de factores como las dificultades generadas por la voluntariedad del voto, se han vuelto a evidenciar las serias falencias en las encuestas políticas que hoy se realizan en Chile y la falta de un trabajo más riguroso, con todos los cuidados necesarios, tales como selección adecuada de muestras, información abierta al público para que otros expertos puedan ponderar debidamente la calidad de las afirmaciones de los encuestadores y continuidad en la ejecución del trabajo, de modo que puedan apreciarse las tendencias. Se dice que en esta elección hubo cambios hasta el último momento debido a las campañas, pero justamente las encuestas pueden detectar la eficiencia de una campaña o la cercanía que desarrolla un candidato con la ciudadanía, en comparación con sus adversarios. En la mayoría de los países europeos y americanos, estos estudios juegan un papel importante, porque revelan la realidad política de esas sociedades, como se ha comprobado recientemente en Perú. En tanto aquí, a juzgar por el asombro y el desconcierto, pareciera que estamos en penumbras respecto de las ideas que prevalecen en el país. Los tibios intentos de medir mediante llamados telefónicos a muestras poco representativas del conjunto no logran detectar verdaderamente cuáles son los sentimientos profundos y cuáles, ideas pasajeras. Así, surgen y desaparecen candidatos por su evaluación positiva, pese a que se advierte que la adhesión política no es lo mismo que la evaluación favorable que pueda provocar un dirigente. Por cierto, hay aquí también una falla de los medios, al no advertir tales diferencias, y del propio mundo político, que tiende a sobrerreaccionar frente a resultados de discutible rigor.
La mayor parte de las encuestas las realizan firmas dedicadas a estudios de mercado y para ellas debiera ser crucial su predicción final respecto de resultados electorales, puesto que es la única oportunidad en que sus mediciones deben compararse con la conducta realmente desarrollada por todo el universo que pretendían encuestar. No ocurre nada similar en el mercado de productos, donde los errores no son tan fácilmente detectables.
Quizá ha jugado algún papel en la pobreza de las encuestas nacionales la absurda prohibición de publicar sus resultados sobre preferencias electorales durante los quince días previos a una elección. Por cierto, la prohibición solo rige para las encuestas serias, ya que una encuesta puede ser una serie de entrevistas en cualquier rincón del país, y esas presumiblemente sí se pueden publicar y manipular cuanto se quiera. Pero las opiniones más representativas de toda la sociedad han sido prohibidas en Chile, lo que de paso significó un deterioro de nuestro país en los índices internacionales de libertad de prensa. En Europa, efectivamente, existe una norma que impide difundir encuestas en las 48 horas previas, algo similar al término de las campañas que existe en Chile, pero la extensión a 15 días solo buscaba mantener la exclusividad de la información en manos de los mismos políticos. Lamentablemente esa información ha desaparecido y ahora no les queda sino asombrarse ante las preferencias de los chilenos que ellos dicen representar.