El empate sin goles entre la UC y Colo Colo —signado irreverentemente como “clásico”— generó una ola de críticas entre los aficionados, pero en especial de expertos que determinaron, a modo de dictamen incuestionable, que el partido fue de muy bajo nivel y que bien podría botarse al tacho de la basura.
¿Tenían razón tales especialistas? No del todo. En algunos casos hubo buenos argumentos, pero en otros, simplemente hubo críticas desproporcionadas y basadas en emociones más que en reflexiones (algo que, por supuesto, al hincha se le puede admitir, pero no al que se supone debe analizar).
Y es que hay que establecer varias cosas antes de emitir juicios tan tajantes.
Es cierto que la ausencia de goles y la escasa cantidad de oportunidades son factores importantes para hacer evaluaciones. Pero no son los únicos. De repente, una gran cantidad de goles convertidos por uno u otro —o por ambos— no denuncia irremediablemente buen juego, sino que, en muchos casos, errores, fallos e incluso malversaciones de los arbitrajes (y por cierto, en los últimos tiempos, de ese engendro tecnológico llamado VAR).
Ni un 6-1 ni un 4-4 es, entonces, sinónimo de buen fútbol. Sí de emoción para uno u otro. Pero no irremediablemente de calidad. De hecho, puede ser la mejor demostración de incapacidad…
Otro aspecto que se tiene muy presente hoy en los análisis de los partidos mirados desde fuera de la cancha y de las bancas es la intensidad de juego como elemento distintivo.
Apelando a los dogmas que ya están suficientemente arraigados en gran parte del medio por obra y gracia de trabajos técnicos que lograron alcanzar triunfos históricos (pero que nunca fueron traspasados como bases de trabajo futuros), se entiende que “el fútbol que queremos ver” tiene correlación con el derroche físico. Claro, eso está muy bien. Pero aquello deja de ser lógico desde el punto de vista argumental a la hora de las críticas cuando se señala que se quiere “clásicos como los de antes”. ¿Cuáles? ¿Los de los años 90, cuando se criticaba ácidamente la parsimonia del fútbol chileno? ¿Los de comienzo de este siglo, cuando se indicaba que “cada vez estamos más lejos del fútbol que se juega en otras ligas”? ¿De verdad ese fútbol gris y de velocidad controlada es el que se echa de menos?
Incomprensible. Es verdad que comparados con el gran despliegue físico que vemos habitualmente en los equipos de Europa —tanto a nivel de clubes como de selecciones— estamos a años luz. Pero ojo: cruzados y albos en su lucha sin goles mostraron niveles de intensidad superiores a los del promedio de los partidos del campeonato nacional. Más que eso. En muchos pasajes, esa intensidad atentó contra las opciones de concreción. Muchas jugadas requerían menos aceleración y más precisión. Pero claro, eso no se toma en cuenta…
Cierto. En un mundo feliz, quisiéramos ver en todo momento una combinación perfecta entre destreza técnica individual, propuestas tácticas colectivas bien aceitadas, y constante intensidad de juego para terminar extasiado.
Ojalá algún día se dé eso. Y ojalá también ese mismo día empecemos a analizar el fútbol con la mente y no con la simple emotividad…