Señor Director:
Las dos transiciones a la democracia más alabadas del mundo, de Chile y de Sudáfrica, se encuentran en grave peligro. Si bien los orígenes, duración y modus operandi de los conflictos son distintos, ambos comparten el hecho natural de que el recuerdo de los traumas del pasado era suficiente para dejar a un lado (por el momento, parece) las divisiones y odios en pos de una convivencia armónica.
Una vez que nuevas generaciones comienzan a participar, la ausencia de la experiencia en carne propia de todo lo que se tiene por perder (libertad política e incluso física, incluso la vida) hace que los rencores resuciten. O más bien despierten, pues nunca murieron.
Y no es que no haya habido esfuerzos de buscar la verdad y reconciliación; tanto en Chile como en Sudáfrica hubo comisiones y procesos de busca de verdad, con mecanismos diversos de justicia (incluyendo indultos) y reparación a las víctimas. Figuras carismáticas de hombres sabios, como Mandela y Aylwin (con sus distancias), eran seguridad e impulso de paz y amistad cívica. Sus ausencias dieron lugar a líderes de menor estatura, intelectual, política y moral, y así el tejido político y social se encontró sin garantes y sin frenos. Ambos países se encuentran en un proceso de nuevo impulso fundacional (o refundacional) y solo el futuro nos dirá qué sale de él.
Marcelo Muñoz PerdigueroAbogado