Unesco llamó a conversar sobre “la economía creativa para el desarrollo sostenible”.
La economía creativa difiere de la minería, la agricultura, la industria. La frase “para el desarrollo sostenible” llama a que una obra persiga alguno de los 17 objetivos declarados por la ONU para el 2030.
¿Así crea el artista? ¿Con uno de esos objetivos en el corazón?
Escuché a Héctor Noguera decir, en una conferencia por internet sobre el monólogo, que cada función de teatro es diferente. “¡Habla!”, le habría gritado con un martillazo Miguel Ángel a su Moisés. Cuando Luis Poirot fotografía, se nota su corazón inflado con cada obturación. Advertir, desde la primera fila, las complicidades de los músicos de la Sinfónica de La Serena es comprender la palabra “concierto”. Acuerdos, acordes.
¿Los objetivos del desarrollo sostenible? Importan. Pero ¿los necesitamos para justificar una acción creativa? Suenan como los discursos de esos enólogos que describen un vino “con un dejo guindado de tabaco, almizcle y fresca tarde del valle del Maipo”.
Pintar, formar colores, fallar, desesperar, repintar. Improvisar, disonar, el silencio, la euforia, la cadencia. Abierto el telón, la coreografía, la sincronía, el vacío, ¡danza!, aplausos. El grito en la pared, el toque en la ensalada, el caos agregado por inteligencia artificial, la creación colectiva. Hoy, programas móviles, interactivos, sorpresas envasadas; nuevos medios, lenguajes que inventar.
En el seminario Unesco dieron cifras. Isidora Cabezón, de Corfo, contó de 51 mil empresas creativas inscritas. Claudia Gutiérrez, del Ministerio de las Culturas, de 2.541 proyectos financiados. Carolina Marchant, presidenta de la Comisión de Cultura de la Cámara, pidió aumentar el presupuesto anual procultura de $226 mil millones, un 0,3% del PIB, a un 1% del PIB.
Bueno es que se preocupe la creación. Tan compleja, tan heterogénea, según José Miguel Benavente, economista del BID. Produce valor económico y también simbólico, dijo.
Pidió un catastro para fraguar políticas diversificadas. Para poner nuevos lenguajes a disposición, capacitar en gestión, financiar.
Mientras tanto, en el Circo de Frutillar, una adolescente mira sus acrobacias en su celular, se las muestra a su mamá. Un joven en la Fundación Altiplano edita videos de ancianos de los pueblos solitarios cercanos: Codpa, Socoroma, Timar… Un diseñador desde Penco entrega escenografías para un videojuego que programan en México. Un grafitero de Valparaíso monta su exposición en Instagram.
En el seminario Unesco, Elisa Ibáñez, de la Fundación Antenna, involucra al mundo privado. Muestra la cultura como desarrolladora de habilidades blandas, activadora de cohesión social, integradora, generadora de vínculos comunitarios. Los trabajadores de la cultura transforman a Chile.
Al final, es la creatividad lo que brota; emoción al compartir, al ser público de Noguera, al instalar un nuevo azul, al pulsar “Enter” y renderizar una obra. Teatro a mil.
Sostenidos desarrollos del corazón.