Dentro de exigencias sanitarias dispares —de acuerdo a la actividad desarrollada—, varias exposiciones de plena temporada han debido postergarse. Sin embargo, como si en el presente año la pandemia pretendiera hacerse perdonar a través del arte, el nivel de calidad general de ellas parece haberse intensificado. Es el caso de la reinauguración en Galería Patricia Ready. Se trata de dos nombres nuevos. Coinciden ambos en edad —nacidos, respectivamente, en 1981 y 1980—, calidad plástica y genuina imaginería. No obstante, cada uno representa mundos diametralmente opuestos. Así, Rodrigo Valenzuela entrega fotografías en blanco, negro, más una amplia gama de grises, montadas sobre livianos armazones de madera. A primera vista parecen pinturas. Las originales puestas en escena de estas obras armonizan su protagónico y rico repertorio de aceradas piezas de maquinaria industrial, dispuestas dentro de cúbicos y anónimos espacios fabriles, con una peculiar neblina que lo invade todo.
De ese modo, la dureza y frialdad de los presuntos componentes de metálica utilería mecánica resulta suavizada, esfumada por el sedoso e inesperado claroscuro reinante. Este, además de ampliar el espacio, imprime a la composición una capacidad de atractivas sugerencias anímicas. Y de tal manera, que es imposible no asociar estos trabajos al universo de Matta, con sus burlonas máquinas humanizadas, en medio de espacios que se prolongan indefinidamente. Por supuesto, más atrás de ambos artistas divisamos a Duchamp con el Gran Vidrio y sus actores. Por lado por entero diferente, no resulta aventurado pensar que las actuales fotografías de Valenzuela no se hubieran podido realizar más que en USA, donde hoy no solo reside, sino que es muy bien valorizado.
Desde hace 17 años viviendo entre Chile e Inglaterra, la catalana Andrea Lería nos sorprende en la Sala Gráfica de la misma galería de Vitacura. Medular emerge aquí la imaginativa interpretación de su propio archivo familiar, donde la presencia de tres generaciones femeninas, especialmente de la abuela difunta, se proyecta a través de pinturas, fotografías del siglo antepasado, neón, la trituración de un libro y una carta íntima escondida en él, recuerdos de viajes rescatados mediante diapositivas y una desvaída filmación doméstica. Sobre papel, en carboncillo para las cabezas y gouache papel para ganchillos de tejer diseñados como vestimenta, dos amplios y hermosos retratos juveniles de la artista inician el bien hilvanado conjunto. Pero pronto, la acción se desplaza radicalmente al injerto de su rostro en las pequeñas, remotas instantáneas de estudio intervenidas. La viveza e inquietud de nuestros días contrasta acá con la rigidez solemne de cuerpos de otrora. La misma libertad formal alcanza a encarnarse en una frase clave de aquella misiva furtiva, ahora en tubos fluorescentes. Y se acentúa en un par de retratos al óleo, presididos por carta y libro triturados en un efecto de textura bastante textil. Podríamos decir que, hasta aquí, se logra lo fundamental de la exhibición. Probablemente su continuación cabría considerarla un muy adecuado complemento. Se trata de las iluminadas diapositivas rememorativas, de las distintas agrupaciones de retratos infantiles y de adolescencia, de las evocaciones de viajes filmados. No obstante, este sector se halla asimismo impregnado del mismo intimismo poético de la muestra entera.
Abstracciones informalistas en plasticina multicolor de Magdalena Atria nos propone Galería Madre. Parece conducirnos esta especie de fluyente magma o lava optimista, al mismo tiempo a ámbitos de floraciones vegetales exuberantes y a coloridos organismos de fondo marino. En todo caso, su dinamismo envuelve la mirada del espectador. En cambio, los dibujos con grafitos y sin coloración operan sobre nuestra imaginación como densos y cambiantes cielos nublados. Los gouaches sobre papel constituyen, entretanto, simplificaciones de las plasticinas florales. Hay también esculturas en cerámica. Concretan diseños conformados por largas tuberías de diámetros variables, ya al natural, ya pintadas con esmaltes, ya cubiertas con coloridos hilos de lana de color; son estas últimas las que nos convencen mejor.
Nuevas obras para un mundo sin trabajadores
El mundo sugerente de Rodrigo Valenzuela, a partir de piezas de maquinarias invadidas por la niebla
Jardines de resistencia
Andrea Lería y una bella e intimista interpretación del pasado familiar
Lugar: Galería Patricia Ready
Tres amantes
Atractivas floraciones con plasticina multicolor, de Magdalena Atria
Lugar: Galería Madre
Fechas: hasta el 31 de julio