Señor Director:

En el libro “Factfulness”, escrito por Hans Rosling, famoso epidemiólogo que lamentablemente murió antes de que se desatara la pandemia del covid-19, el autor entrega varios ejemplos de medidas que se han tomado a lo largo de la historia sin considerar correctamente los datos.

Uno de sus ejemplos es un supuesto virus que afectó a un pueblo africano donde cerraron todos los accesos para que este no se expandiera. La gente, para evitar el cierre de los caminos, tomó canoas..., lo cual se transformó en una catástrofe, ya que las canoas se volcaron y las personas se ahogaron.

Este ejemplo, aunque es bien dramático, me hace pensar en la situación educacional actual: el impulso de cerrar los colegios sin saber el real impacto que esta medida pueda generar.

Hace un año, cuando no conocíamos el comportamiento del virus, ni las secuelas de los encierros, fueron entendibles todos los resguardos implementados. Sin embargo, un año después, sabemos que los colegios no han sido foco de contagios y que en otros países han controlado el virus sin cerrar colegios. Al mismo tiempo, como consecuencia de esta medida hemos visto el aumento del maltrato infantil y el impacto desproporcionado para las mamás… y aún así, muchos niños llevan más de un año sin asistir a clases.

¿Qué estamos esperando? No necesitamos esperar más tiempo para darnos cuenta de que el cierre de los colegios podría ser de esos ejemplos donde el impacto de las medidas es peor que el mismo coronavirus.

No nos vayamos a terminar ahogando, esta vez de angustia.

Antonia Schlesinger
Economista