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Editorial
Jueves 10 de junio de 2021
México y sus elecciones
Pese a su retroceso en el Congreso, igualmente inquieta una eventual intensificación del autoritarismo presidencial.
El Presidente mexicano, Andrés López Obrador (AMLO), el mandatario más popular del continente, con un apoyo cercano al 60%, superior al que concitan los partidos que lo respaldan, se ha manifestado más que satisfecho con el resultado de las elecciones parlamentarias, de gobernadores y autoridades locales de los estados mexicanos. Los comicios habían sido calificados por el gobernante como un plebiscito respecto de su administración, aunque no ha transcurrido la mitad de la presidencia de seis años para la que fuera electo.
Los resultados son matizados y contradictorios con la discutible gestión de AMLO. Su partido, Morena, y la alianza izquierdista, continúan siendo la principal fuerza política, una coalición que controla la mayoría simple de los parlamentarios, y un número declinante, si bien todavía mayoritario, de gobernadores, autoridades locales y legislaturas de los 32 estados de la federación. Morena debió lamentar la derrota en su principal bastión, clave en la trayectoria política del Presidente, el distrito federal de Ciudad de México —donde perdió la mayoría de las alcaldías y experimentó un retroceso en el congreso local—. Se suma a ello el haber sufrido, junto con la coalición oficialista, la pérdida de la mayoría de los dos tercios en el Congreso, habilitante para las reformas constitucionales, que habría permitido la reelección presidencial.
El relativo desempeño electoral del oficialismo es contradictorio con el manejo y la crítica situación de la economía mexicana, con una caída del 8,5% del PIB el año pasado y débiles proyecciones. El sostenido apoyo ciudadano no se ha visto afectado por la frustración de las promesas de avanzar en la seguridad, que experimenta un significativo aumento de la criminalidad, registrando asesinatos de 30 candidatos, un porcentaje de homicidios considerado entre los cinco más altos del planeta y debilidad para enfrentar el narcotráfico. A lo anterior se agrega la aguda crisis en el control de la pandemia, con una tasa de letalidad —muertes por número de casos confirmados— entre las más elevadas del mundo (9,4%). Tristemente destacable es el deterioro en la institucionalidad democrática mexicana por intervención oficialista en procesos electorales, por su interferencia en la independencia del Poder Judicial, y la renovada recurrencia al mecanismo plebiscitario para respaldar al autoritarismo, en detrimento de la democracia representativa.
Sin desconocer los atributos de la integridad, austeridad y carisma de AMLO, se menciona a su favor electoral la incompetencia de los partidos de oposición —que esta vez compitieron unidos en una inédita coalición que reunió al histórico PRI; al PAN, de centroderecha, y al PRD, de centroizquierda— y la corrupción característica de los gobiernos que lo precedieron, a los cuales combate con dureza y respaldo popular; no obstante, se le reprochan escasos avances y selectividad en su erradicación.
Inquieta que el resultado electoral conduzca a intensificar el autoritarismo mesiánico del Presidente mexicano —duramente criticado en una reciente portada de The Economist, que irritó al mandatario— profundizando su populismo y clientelismo, en perjuicio de las legítimas oportunidades de los mexicanos y del futuro de su economía.