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Cartas
Lunes 07 de junio de 2021
Pedro de Valdivia en el Parnaso del Maule
Señor Director:
Agradezco al importante crítico literario Pedro Gandolfo por haberse tomado el tiempo de responder a mi carta. Estamos de acuerdo en un aspecto esencial: vale la pena leer a muchos autores coloniales. A mi modo de ver, se trata de un corpus oscurecido por tópicos como la superioridad cultural del presente; el desprecio basado en criterios puramente estéticos, o bien la caricatura de un mundo que se ordena en buenos y malos, y que por supuesto confirma nuestra propia bondad contemporánea.
Un punto arduo de la discusión recae en la naturaleza del Parnaso nacional o hispanoamericano. Ahí advierto una contradicción en Pedro Gandolfo, quien establece la conveniencia de relativizar las jerarquías y desacralizar a ciertos escritores, labor por cierto apropiada. Sin embargo, el crítico literario sustenta plenamente la noción de Parnaso —modelo de excelencia, vínculo con la tradición, perfección formal, riqueza estilística, reconocimiento por parte de las élites e instituciones culturales— cuando acusa la improcedencia de ubicar a Pedro de Valdivia junto al Inca Garcilaso de la Vega, figura de primer orden de la literatura colonial y occidental.
Me parece que no podemos medir con la misma vara —la del canon, que resiste a pesar de sus impugnadores— a un astuto y letrado militar que toma la pluma en un lluvioso campamento del Maule con un probado humanista, que por mestizo que fuera vivía cómodamente en el círculo intelectual de Córdoba, Andalucía. Son sujetos sociales distintos; en contextos, si se quiere, antagónicos y cuyas obras responden a propósitos del todo disímiles. Lo mismo vale para Ovalle o Molina, formados en la tradición de la escuela jesuita (este último, en el ámbito ilustrado del XVIII).
Hace por lo menos treinta años que los estudios en literatura colonial cuestionan los conceptos de canon, valor estético, periodización, apego a las tradiciones nacionales e incluso literatura, como enseña la ilustre profesora Rolena Adorno. Sin un aparataje conceptual a la medida, sería imposible reconocer el valor artístico y cultural de estos textos. De modo que la propuesta de Gandolfo se ajusta al espíritu de las investigaciones en la disciplina, por más que en la práctica no logre deshacerse del cargante y eurocéntrico Parnaso.
Sin lugar a dudas, en el rico acervo del legajo colonial o virreinal podemos atisbar suficientes luces respecto de obsesiones rabiosamente actuales: poder, representación de la identidad, soberanía, segregación, legitimidad política, violencia, traumas, justicia; pero también, la vitalidad y empuje de una comunidad política que se siente protagonista de su porvenir. Como dice sor Juana Inés de la Cruz en el instante en que la abandona el Sueño, la lectura de estos autores dejará “el mundo iluminado y yo despierta”.
Joaquín Zuleta
Instituto de Literatura Universidad de los Andes