Desde el domingo pasado pienso en cómo hacer esta columna lo más optimista posible. Le prometo que traté, pero no fue fácil.
Partí el periplo convencido de escribir sobre la importancia de las alianzas público-privadas en situaciones de crisis. La idea se cayó como piano al saber del despilfarro de millones de dólares que terminó siendo la compra de 515 ventiladores mecánicos. Desde que el manual venía en chino (¿en serio?, ¿cuánto cuesta traducirlo?) hasta el clásico “era lo que había” (lo empato con “lo barato cuesta caro”), las explicaciones fueron penosas.
De ahí a las vacunas. Luego de un largo análisis, la OMS había aprobado la vacuna china. ¡Eureka! No tan rápido, pues al rato el local ISP decidía poner en pausa la inoculación de los sub 45 años con AstraZeneca. A esto se suma la tendencia del número de contagiados y hospitalizaciones, que simplemente no cede. Todo, a pesar de que 8,2 millones de personas ya tienen las dos dosis (54,5% de la población objetivo). ¿La irresponsabilidad de los más jóvenes? ¿La efectividad de las vacunas? ¿La baja de las temperaturas? El tema alarma.
Luego evalué ir por algo más conceptual. Escribir, por ejemplo, de los principios económicos que hay que enseñar en el colegio. Partir, quizás, con la tensión esencial: el ser humano siempre preferirá más a menos, pero los recursos son también siempre escasos. Así, restricciones presupuestarias obligan a priorizar. Bastaron unos minutos frente a la TV escuchando a algunos parlamentarios para terminar reflexionando en torno a que, probablemente, llegamos tarde a esa lección de economía básica. Los costos de tal ignorancia el país los enfrentará en el mediano plazo.
¿Y algo más aterrizado? Examinar, por ejemplo, las oportunidades de crecimiento que Chile podría aprovechar luego de la pandemia. Un estudio de la Agencia de Calidad de la Educación echó la idea abajo. El retroceso de aprendizaje en este tiempo ha sido salvaje. Lo ilustro: ¿Calcular la superficie de un paralelepípedo? 83% de los alumnos de 7º básico no sabe hacerlo. Los resultados son peores entre los más vulnerables. Ante ese drama, ¿no se pueden retomar las clases con los protocolos necesarios? ¿Por qué los padres no lo exigen? ¿Será que erróneamente creen que la educación es tan mala que no importa? Preguntas sin respuestas que no solo evaporan las posibilidades de crecer a través del capital humano, sino que también amplifican las desigualdades en el largo plazo.
¿Y el discurso del Presidente? Paso. ¿El empate de la roja? Bueno, pero en la fecha bajamos un peldaño. Le dije que había sido difícil.
Y así llegué al esfuerzo de la U. Católica y U. de Chile. Las instituciones organizaron el primer encuentro de un centenar de constituyentes electos. Quedé sorprendido. El entusiasmo, la disposición al diálogo y el reconocimiento de la responsabilidad de los participantes fue la nota de optimismo en una semana oscura. ¿En qué terminará eso? No me pida tanto. Vamos paso a paso. Todo día puede ser mejor. A trabajar, para evitar lo contrario.