—“Hola, Joe”.
Al otro lado de la línea escucho a uno de los amigos de derecha más antiguos que tengo. Mis amigos más antiguos y mis amigos más de derecha tienen la costumbre de llamarme por teléfono sin aviso. El resto en general me manda un wasap. Mis amigos más progres, en cambio, optan por mandarme mensajes de audio cuando quieren decirme algo. No pretendo hacer un estudio sociopolítico de mis amigos, pero en general así funcionan las cosas con ellos cuando se trata de comunicarse conmigo. Aún no descifro por qué.
—“Hola”, le digo.
La verdad es que yo estaba en un Zoom, pero preferí tomarle la llamada porque me habían contado que después de la elección de constituyentes mi amigo de derecha había quedado muy deprimido.
—¿Cómo estás? ¿Más repuesto después de la paliza?
—Estoy feliz. Por eso te llamo. Quiero anunciarte oficialmente que a partir de ahora soy de izquierda.
—¿En serio? ¡Pero si siempre has sido de derecha, y a mucha honra! ¡Cuántas veces en las reuniones sociales exhibiste con orgullo tus ideas de derecha!
—Es que me cabrié. Me aburrí de eso mismo, de ser minoría en todas las reuniones sociales. De sentir vergüenza por que me gusta el orden, de sentirme culpable por defender la libertad, la iniciativa personal versus el poder del Estado, de creer en una sociedad de responsabilidades y no de puros derechos, de defender el derecho de propiedad.
—¿Ya no crees en eso?
—Ya no. Antes me cargaban los regímenes socialistas que se eternizan en el poder.
—¿Y ya no?
—Ya no.
—¿Y cómo lo vas a hacer? Si cambias tu forma de pensar, supongo que también tendrás que cambiar tu forma de vivir.
—No. O sea, más o menos. Voy a vender el auto. También la casa. O sea, la primera vivienda. La segunda se la voy a prestar a unos familiares. Y la tercera, la del lago, la voy a mantener. Esa siempre fue más hippie y pasa piola.
—¿Y los viajes?
—Voy a seguir viajando, obvio, pero ahora sin subir nada a Instagram.
—¿Y los libros de Churchill y sobre Reagan los vas a regalar?
—No pues, hombre. Cómo se te ocurre. Pero los voy a poner en el estante con las solapas para adentro, como hizo ME-O. Es creativo ese cabro.
—Es que entonces es más o menos no más tu “conversión”. Sigues siendo de derecha, solo que ahora lo vas a esconder por vergüenza, para que no te funen y no te odien. Esto es algo así como “que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha”.
—No caricaturices. De verdad que estoy mucho más receptivo a las ideas de izquierda. Encuentro caballo lo que hizo este cabro Vodanovic en Maipú. Un cabro de colegio católico, buena pinta, trabajador, emprendedor. Con cabros así da gusto ser de izquierda. Así es que ahora soy de izquierda, me siento hasta más juvenil siendo de izquierda. Como que volví a mi época universitaria.
—Mmmm. No es claro tu caso, pero permíteme una pequeña asesoría de márketing. Si a ratos te sientes de izquierda, pero tu forma de ser sigue siendo de derecha, quizás estés experimentando un tránsito hacia una nueva condición política: quizás seas “fluido no binario” ideológicamente hablando. Eso al menos suena más cool y te ayuda a disimular tu derechismo.
—Eres un genio. Desde hoy me declaro políticamente “fluido no binario”.