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Editorial
Jueves 20 de mayo de 2021
Jornada vergonzosa para la oposición
Las tratativas para la inscripción de primarias derivaron en una comedia del absurdo que refleja varias de las peores prácticas políticas.
Tres días después de que el electorado expresara un profundo repudio a los partidos tradicionales, la oposición ha ofrecido al país un espectáculo lamentable, una comedia del absurdo que sintetiza lo peor de las prácticas políticas. Entre el martes y el miércoles, los chilenos han visto cómo se han ratificado y luego bajado candidaturas, se han anunciado nuevos pactos y reordenamientos para después romperlos estrepitosamente, y todo esto en medio de maniobras poco claras, signadas por el cálculo y en algunos casos por el personalismo. Al cierre de esta edición era aún impredecible el desenlace de tal desafortunada serie de acontecimientos. Cualquiera sea este, ha quedado al desnudo la precariedad de los llamados a la unidad en un conglomerado de partidos que parecen solo compartir su rechazo al actual gobierno y la ansiedad por volver al poder
No puede sino ese afán explicar, por ejemplo, la facilidad con que —luego del resultado electoral del fin de semana— el Partido Socialista rompió su entendimiento tradicional con la Democracia Cristiana para volver a conformar un bloque con el Partido Comunista, asociado este a su vez con el Frente Amplio. El desempeño electoral de estos dos últimos —agrupados en la Lista Apruebo Dignidad— parece haber sido suficiente motivo para dejar atrás la tan reiterada idea de recuperar un proyecto de socialismo democrático para Chile. A su vez, el presidenciable del PPD, Heraldo Muñoz —probablemente el único dirigente que hizo un esfuerzo real por dar identidad a tal “socialismo democrático”—, dejó todo ese esfuerzo atrás y bajó su candidatura para respaldar a la abanderada del PS y de este modo entrar también al pacto con el PC/FA. Similar decisión adoptaron el Partido Liberal y Nuevo Trato, grupos que hace solo unos meses habían abandonado el Frente Amplio... precisamente porque rechazaban el acercamiento de este con el PC.
Pero cuando parecía estar todo dispuesto para que esta nueva coalición inscribiera una primaria que enfrentaría a Narváez con el diputado Gabriel Boric y el alcalde Daniel Jadue, se conoció que un sector de Apruebo Dignidad vetaba como socios al PPD, los liberales y Nuevo Trato, en lo que parecía una humillante represalia por sus actitudes pasadas. Todo ello provocó la indignada reacción de la abanderada socialista, quien anunció que en esas condiciones el PS tampoco podía participar. Aunque anoche se intentaban frenéticas gestiones buscando salvar el acuerdo, tal vez lo más relevante que dejaba la jornada eran las palabras de la propia Narváez afirmando, a partir de esta experiencia, que el PC y el FA “no dan garantías de gobernabilidad para Chile”. Cabría esperar que si esa es la convicción a la que ha llegado el socialismo democrático, sus decisiones políticas hacia adelante sean mínimamente consecuentes.
En tanto, la Democracia Cristiana ha protagonizado su propio espectáculo, al ratificar un día y bajar al siguiente a quien era su candidata, la senadora Ximena Rincón, en una decisión que —según reveló esta última— obedeció a presiones del PS y el PPD, que habrían amenazado con dejar aislado al falangismo de persistirse en Rincón. Pero tampoco esa maniobra tuvo el desenlace esperado, luego de que la senadora Yasna Provoste rehusara —por ahora— asumir una candidatura, aunque insistiendo en el manido discurso de la unidad opositora. No es claro si con ello el falangismo está apostando a repetir el camino propio que ya intentó en 2017 o si se trata solo de una forma de ganar tiempo. Con todo, no parecen haber aquí tampoco consideraciones de fondo; de hecho, el voto político de la junta nacional había autorizado a la mesa para pactar incluso con el PC. Y es que un sector relevante del falangismo también parece asumir que, dado que una parte del electorado se ha ido a la izquierda, el partido debe igualmente hacerlo, quedando desdibujado y sin domicilio político claro.
Una mirada más amplia muestra hasta qué punto el centro político parece haber quedado vacío e impone la pregunta de si el resultado del fin de semana no pudo ser la consecuencia antes que la causa de aquello. En efecto, durante los últimos 20 meses la ex-Concertación ha demolido su propio legado, al punto de que la ciudadanía no percibe hoy allí ningún proyecto creíble. Por lo mismo, surge también la interrogante de qué ocurrirá con los votantes, muchos de los cuales no sufragaron el domingo, en los próximos comicios. ¿Se sentirán todos identificados por una coalición de extrema izquierda? ¿Estará a tiempo la DC de levantar una candidatura verdaderamente diferenciada? Cualesquiera sean las respuestas, lo claro es que la jornada ha sumado un nuevo baldón al ya alicaído prestigio de la política chilena.