A pesar de lo optimistas que podamos ser, la pandemia nos ha traído grandes pérdidas y mucha incertidumbre. Los niños y adolescentes no son una excepción en esta situación. Ellos algunas veces se sienten solos, otras veces desprotegidos ante la percepción de estar en un mundo incierto y amenazante. La mayoría de los niños se han sentido aislados. Cuando a comienzos de año creyeron recuperar la normalidad y asistir a clases presenciales para poder reunirse y jugar con sus amigos, nuevamente tuvieron que volver a clases por Zoom y al confinamiento. Eso les produjo frustración y miedo.
Para un número no menor de niños, la situación ha sido aún más difícil al enterarse de la muerte de alguien muy querido, sin haber tenido la posibilidad de despedirse o tener un ritual que les permitiera elaborar el duelo. Recordemos que en esta pandemia han fallecido más de 30 mil personas solo de covid-19, pero hay que sumar todas las muertes por otras causas. En esas pérdidas tampoco hemos tenido la posibilidad de estar cerca.
Partir y dejar partir son experiencias límites que requieren de compañía y consuelo, especialmente de quienes son nuestros vínculos más cercanos. Lamentablemente esta pandemia nos ha dificultado hasta el acompañamiento en ese proceso. No estar al lado de quienes queremos en las situaciones críticas es una experiencia muy dolorosa que hace más triste y difícil la separación, la que se agrava por no poder acudir a formas de acompañamiento que la cultura nos provee para sobrevivir a las experiencias críticas.
Hay que buscar formas creativas de estar presente con quienes han sufrido una pérdida o están lejos y, especialmente, ayudar a los niños en estos trances difíciles. La expresión de emociones a través de actividades como el dibujo, la música, los minutos de silencio y la conversación ayudan a expresar las emociones y a conectarse.
Recientemente me impresionó mucho el dibujo de un niño en el que aparecía con sus padres y hermanos dentro de una jaula. Fuera de la jaula estaba el virus, que era muy grande y amenazante, junto a su abuela.
¿Estaban protegidos o presos? ¿La abuela estaba libre o amenazada?
No lo sabemos.
En todo caso, representaba muy claramente el estado emocional de este niño y muchos otros.
Dibujar situaciones que nos afectan, mandar de regalo un dibujo, es para quien lo hace una forma de conexión emocional. A veces pensamos que para minimizar la pena hay que mantener a los niños al margen de las situaciones dolorosas. Nada más errado. Los niños tienen derecho a la verdad y a expresar sus sentimientos frente a las situaciones que enfrentan. Lo contrario es fomentar la disociación y los mecanismos de negación, que son nefastos para el desarrollo socioemocional infantil.
Es necesario normalizar con ellos la presencia de sentimientos complejos como el miedo, la tristeza, la ansiedad y las culpas, para ayudar a elaborar las situaciones y enfrentar la adversidad.
La alfabetización emocional pasa por encontrar palabras y gestos para expresar lo que se siente. Por eso las conversaciones y la compañía tienen un gran valor para ayudarle a encontrar un lugar al dolor. También para entender que los momentos difíciles son una parte necesaria de la vida.
La lectura es una estrategia psicoeducativa que puede venir en ayuda de los padres y profesores. Mediante ella es posible elaborar los sentimientos complejos o los miedos asociados que acompañan las situaciones de pérdida. Muchos niños han encontrado palabras apropiadas para referirse al tema y consuelo en libros como “El árbol de la memoria”, de la ilustradora y escritora infantil alemana Britta Teckentrup o “Los fantásticos libros voladores del Sr. Morris Lessmore”, de William Joyce. Los libros, una vez leídos, se quedan dentro de los niños ayudándoles a poner sus sentimientos en palabras y formas de acción. Una niñita después de leer las “Tres chanchitas en cuarentena” de Soledad y Jimena López de Lérida, le proponía a su mamá: “Hagamos una rutina como hicieron las chanchitas“.
Quien lee nunca está solo. Niños y adultos van interiorizando respuestas apropiadas y resilientes frente a la adversidad de lo leído.
La pandemia ha sido una situación compleja, pero hay que intentar que permita que los niños tengan algunos beneficios educativos para afianzar su formación personal. Por ejemplo, acerca de cómo enfrentar la adversidad, encontrar modos alternativos de expresar sus afectos, ser empáticos con los que sufren y hacer algunas muestras concretas de solidaridad. Es en los desafíos cuando las personas crecen y hacen aparecer lo mejor de sí mismas.
A pesar de las dificultades que estamos enfrentando, es necesario dar a los niños seguridad afectiva, que se basa en padres y familiares que los quieren, los visibilizan, juegan con ellos, los escuchan y están atentos a sus necesidades. Que les entregan consuelo y les transmiten esperanzas. En definitiva, los niños pueden sentir que quienes los quieren están ahí para apoyarlos, y esa presencia les dará la seguridad que requieren para crecer y explorar. La resiliencia no se construye sola sino en compañía, sintiendo el apoyo afectivo y haciendo una narrativa para darle un sentido a lo que está sucediendo.