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Cartas
Lunes 12 de abril de 2021
Propuestas de fondo con trasfondo
Señor Director:
He vivido por más de 20 años en Suiza, y hace más de treinta que trabajo y hago empresa entre Chile y Europa. Conozco bien las empresas en Europa.
En una columna en este medio, Gabriel Boric propone —nueva Constitución mediante— convertir al pueblo chileno en alemanes o finlandeses por decreto constitucional, para que así trabajadores y empresarios dirijan y determinen conjunta y armónicamente los destinos de las empresas y sus organizaciones.
Su propuesta compromete y condiciona las bases económicas y pujantes de la sociedad, puesto que las empresas dependen de las personas, de sus valores y capacidades individuales. En la medida que se las intervenga o coarte en su desarrollo orgánico, se trunca a la sociedad y a los que invierten su saber, energías y recursos en ellas. Se pueden y se deben dictar normas que permitan un orden legítimo y transparente, pero no se puede hacer trabajar y pensar a finlandeses y alemanes en Quilicura, Renca, San Miguel o San Pedro sin antes haberlos reclutado en Helsinki o Múnich. Lo mismo al revés. No se pueden proponer recetas extranjeras en sistemas criollos porque a las personas hay que reclutarlas aquí, respetarlas, incentivarlas y capacitarlas acorde con su hábitat, cultura y naturaleza.
Boric, probablemente en su condición de político estudioso pero teórico sin experiencia, ignora que las empresas son cuerpos complejos y enjambres sensibles que requieren de personalidades y mentes idóneas para cada una de las tareas que demandan la productividad, el desarrollo y el crecimiento. Estas deben ser seleccionadas en plena libertad, sin importar raza, sexo, color o condición social. El honorable probablemente no ignora, pero sí omite, que en los tiempos de hoy la rotación natural laboral por parte de trabajadores, así como de directores y ejecutivos, es una libertad básica que obedece y responde muchas veces al deseo de cambio, mejora salarial, desarrollo profesional o simplemente aventura o necesidad de descanso.
Al releer e intentar descifrar en su génesis el mensaje del diputado, me asalta un sentimiento de totalitarismo más bien orientado e inspirado en un profundo deseo de economía central planificada que encadene a trabajadores y directores a un régimen perpetuo de trabajo forzado, dirigido por un centralismo siniestro que no permita rotar, crecer, circular, viajar o siquiera pensar.
Aldo Arias Galano
Empresario